En el principio, Dios nos creó a su imagen. Éramos perfectos en él porque no teníamos
pecado. Sin embargo, una vez que Adán y Eva comieron del fruto prohibido, no pudimos
permanecer perfectos. Nuestros cuerpos y mentes comenzaron a deteriorarse. La enfermedad
y la muerte, antes desconocidas para la humanidad, se volvieron algo común.
Dios prometió enviar a su Hijo para que un día volviera y transformara a todos los
que lo aman en las criaturas que él anheló que fueran en un comienzo. Aunque el dolor
del pecado no desaparecerá hasta la Segunda Venida, Dios ya está trabajando para
transformar nuestros corazones y prepararnos para su regreso. Para esto, debemos
entregarnos continuamente a él, con el fin de que pueda hacer esta obra transformadora
en nosotros.
Paso 1: Comunícate con Dios. Para tener una relación con Dios, tenemos que comunicarnos
con él de la manera en que nos comunicaríamos con cualquier persona que queremos.
Una forma de hacerlo es orar constantemente, mientras viajamos al trabajo, al caminar
a nuestras clases o al prepararnos para acostarnos a dormir. Dios siempre está allí, y
siempre quiere escucharnos, incluso si solo tenemos un breve momento para hablarle.
Otra manera de comunicarnos con Dios es estudiar la Biblia. Dios inspiró la Biblia
a fin de que tengamos una manera de entender su carácter y sus propósitos. Cuanto
más estudiamos más conocemos, y más cercana se vuelve nuestra relación con Dios. Así
como la oración, el estudio de la Biblia puede realizarse en muchas ocasiones y lugares.
El culto matutino es una buena opción, porque al dedicarnos a Dios al comienzo del día
podemos meditar en él y en nuestro estudio mientras trabajamos y realizamos nuestras
actividades. Otra buena forma de comunicarnos con Dios es estar en la naturaleza. La
creación de Dios es uno de los mejores recordatorios de su gloria; y estudiar su Palabra
mientras experimentamos todo lo que ha hecho por nosotros nos acerca aún más a él.
Paso 2: Compártelo con otros. Hemos recibido el llamado a divulgar las buenas nuevas
de la Segunda Venida al mundo. Podemos compartir nuestra fe con amigos no cristianos,
servir comida en un comedor para indigentes, participar de un viaje misionero, o incluso
solo compartir una sonrisa. No importa si nuestras acciones son pequeñas o grandes, lo
importante es compartir a Dios con otros. Hasta el acto de bondad más pequeño puede
causar un gran impacto en la vida de una persona, y también en nuestra propia vida.
Cada vez que compartimos a Dios con otros nos estamos acercando más a él, para que
pueda transformarnos a su imagen. PARA PENSAR Y DEBATIR
¿Cómo puedes encontrar maneras para testificar a otros con mayor efectividad cada
día? ¿De qué manera compartir a Dios con otros te prepara para su regreso?
Hannah Jobe, Collegedale, Tennessee, EE.UU.
#RPSP: Hoy, 2 Corintios 4 – Durante esta semana, DTG caps. 42-44.
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