«Él respondió: «Un hombre llamado Jesús hizo lodo, me lo puso en los ojos, y me dijo que fuera a la piscina de Siloé y que me lavara. Yo fui, y en cuanto me lavé los ojos pude ver»». Juan 9: 11, TLA
LA CEGUERA ESPIRITUAL es una enfermedad que invade nuestro mundo actual. Es la incapacidad que padecemos de sentir nuestra necesidad de Dios, y solo Cristo puede ponerle solución. Jesús sanó a muchos ciegos en su tiempo para mostrarnos que tiene el remedio a todas las enfermedades que aquejan a la humanidad. De igual modo también tiene poder para sanarnos de cualquier dolencia espiritual. De hecho, todos necesitamos restauración espiritual, emocional, social y física.
El capítulo 9 del Evangelio de Juan describe cómo sanó Jesús a un ciego. A nuestros ojos, no es lo mismo curar a un ciego que perdió la vista en un momento dado de su vida que sanar a alguien que nació ciego; sin embargo, para Jesús, todo es posible. Días después de que Cristo lo sanara, caminando cerca del templo de Jerusalén, lo encontró triste en la calle porque los judíos lo habían expulsado del templo. Jesús se detuvo para consolarlo y revelarle quién lo había sanado y, durante la conversación, le hizo algunas preguntas. «Oyó Jesús que lo habían expulsado y, hallándolo, le dijo: «¿Crees tú en el Hijo de Dios?». Respondió él y dijo: «¿Quién es, Señor, para que crea en él?». Le dijo Jesús: «Pues lo has visto; el que habla contigo, ese es». Y él dijo: «Creo, Señor», y lo adoró» (Juan 9: 35-38).
Los vecinos del joven y los que lo habían conocido ciego, se preguntaban si ese que ahora veía era el mismo que antes se sentaba a mendigar. Ahora, no solamente veía, sino que parecía otro hombre. Aprovechó para hablarles de Jesús y de cómo había sido sanado, y sus conocidos pidieron ver a Cristo, pero el ciego no sabía dónde estaba; lo único que sabía es que antes era ciego y ahora podía ver.
Si dejamos que el Señor cure nuestra ceguera espiritual, podemos esperar restauración total. Hoy podemos escoger recibir la luz de vida o quedar sumidos en las tinieblas de muerte de este mundo. Oremos para que Cristo nos restaure fisica, mental, emocional y espiritualmente, para que nuestros ojos sean abiertos.