«Antes por la gracia del Señor Jesús, el Cristo, creemos que seremos salvos, como también ellos». Hechos 15: II,JBS
HEMOS SIDO JUSTIFICADOS gratuitamente por la gracia de Jesucristo, no por nuestras obras. Él nos concede su gracia salvadora, la cual nos llama a rendir todo nuestro ser ante su presencia. Isaías nos hizo un llamado cuando dijo: a Jehová mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano!» (Isaías 55: 6).
También Elena G. de White habló de ello en varios de sus escritos: «Nuestro tiempo es precioso. Nos quedan tan solo muy pocos días de gracia en los cuales prepararnos para la vida futura e inmortal» (Testimonios para la iglesia, t. 6, p. 407). «Este día de oportunidad y gracia está llegando a su fin; el sol se está ocultando rápidamente. ¿Podría ocurrir que se esté ocultando y tú no conozcas «lo que es para tu paz»? ¿Habrá de pronunciarse la irrevocable sentencia, «mas ahora está encubierto de tus ojos»?» (iMaranata, el Señor viene!, p. 272).
El tiempo de gracia llega a su fin y es ahora cuando debemos mirar dentro de nuestro corazón, para estar listos cuando se cierre la puerta de la oportunidad. Es urgente seguir el consejo del apóstol Pablo: «Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro» (Hebreos 4: 16).
El fin de la gracia vendrá repentinamente cuando Jesús deje de interceder por nosotros, y todos los casos estarán decididos para siempre: «Cuando al final del tiempo el Señor se encamine hacia la tierra para ejecutar su juicio, las temidas plagas comenzarán a caer. Entonces, la gente que menospreciaba la Palabra de Dios y no se la tomaban en serio, «vagará sin rumbo de mar a mar; andarán errantes del norte al este, buscando la palabra del Señor, pero no la encontrarán» (Amós 8: 12, NVI). […] Los ministros de Dios habrán realizado su última obra, elevado sus últimas plegarias, derramado su última amarga lágrima en favor de una iglesia rebelde y un pueblo impío» (Elena G. de White, iMaranata, el Señor viene!, p. 264).
Esta es la razón por la cual somos llamados a participar de la gracia salvadora de Cristo antes de que termine. Vivamos bajo esa gracia hasta el final.