«Pues Dios no nos ha dado un espíritu de temor, sino un espíritu de poder, de amor y de buen juicio». 2 Timoteo l: 7
YA HABÍA COMPRADO el boleto aéreo para ir a predicar a Kirguistán, pero antes debía pasar por Moscú y, dos semanas antes de mi partida, me informaron que tenía que acudir a la embajada rusa para obtener una visa especial. Ya no había plazas disponibles para cambiar la fecha del vuelo, sobre todo porque tenía que hacer los trámites oportunos en París. Tuve miedo y oré, y sentí cómo Dios me decía que debía ir. A mediodía, quedaron libres dos plazas.
Sabía que, en París, la embajada solo atendía veinte solicitudes al día y que allí me solicitarían un seguro que debía haber conseguido en mi país. Al día siguiente, a las cinco de la mañana, ya había veinte personas delante de mí. El funcionario que verificaba los documentos ya había rechazado a tres personas. ¿Qué le iba a decir yo? Entonces Dios me hizo reflexionar: «¿Me crees cuando te digo que estoy contigo?». Entonces responde: «Sí, tenemos los documentos» y eso fue lo que dije. Inmediatamente, el funcionario me entregó un pase sin ni siquiera verificar mis documentos, pues estaba deseando deshacer la fila que había detrás de mí. Yo seguía orando y, en ese momento, me di cuenta de que en mi tarjeta bancaria de La Poste decía: «Seguro viaje». Telefoneé al número indicado y la señorita me respondió que supondría tres días contactar con la agencia en la Guayana Francesa y realizar las gestiones, pero después de insistir, me pidió que le indicara un número de fax. Alguien me dictó los números que yo repetía al teléfono y, cuando llegó mi turno, el recepcionista se enojó porque no disponía del seguro, y entonces le dije que comprobara su fax. Regresó furioso preguntándome quién me había facilitado el número confidencial de la embajada. Inexplicablemente, después de leer el fax, se calmó cuando me preguntó si era pastor de la Iglesia Adventista, y me entregó el visado.
En Kirguistán, prediqué en inglés, fui recibido por el Ministro del Interior y once kirguises musulmanes se bautizaron. Confía en Dios y avanza por fe. Él te hará ascender por las montañas más altas y vencer a los mayores gigantes.
Su Espíritu hará desaparecer tu temor y te colmará de poder, de sabiduría y de amor.