«Todos los días del desdichado son difíciles, pero el de corazón alegre tiene un banquete continuo». Proverbios 15: 15
PODEMOS TENER un suculento banquete todos los días, pues Dios puede abrir todo el tesoro del cielo para nosotros. — Testimonios para los ministros, S 3, p. 16. Nada de este mundo que puede satisfacer el hambre y la sed espirituales. Pero Jesús dice: «Yo soy el pan de vida. El que a mí viene nunca tendrá hambre, y el que en mí cree no tendrá sed jamás» (Juan 6: 35). — El discurso maestro de Jesucristo, cap. 2, p. 38. Lo que es el alimento para el cuerpo, debe serlo Cristo para el espíritu. El alimento no puede beneficiarnos a menos que lo ingiramos; a menos que llegue a formar parte de nuestro ser. Así también Cristo no tiene valor para nosotros si no lo conocemos como Salvador personal. Un conocimiento teórico no nos beneficiará. Debemos alimentarnos de él, recibirlo en el corazón, de tal manera que su vida llegue a ser nuestra vida. Tenemos que asimilar su amor y su gracia. — El Deseado de todas las gentes, cap. 41, p. 359. Tengamos siempre presente los miembros de la iglesia que el solo hecho de tener nuestros nombres inscritos en un registro no bastará para salvarnos. Cada cual tiene que presentarse «a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse» (2 Time 2: 15). Día tras día, hemos de edificar nuestro carácter de acuerdo con las indicaciones divinas. Hemos de morar en él y ejercer constantemente fe en Así creceremos «hasta que seamos personas cabales; hasta que alcancemos, en madurez y plenitud, la talla de Cristo» (Efe. 4: 13, LPH). Así seremos cristianos genuinos, positivos, agradecidos, conducidos por Dios a una luz cada vez más pura. — Testimonios para la iglesia, t. 9