«Si alguno dice: «Yo amo a Dios», y al mismo tiempo odia a su hermano, es un mentiroso. Pues si uno no ama a su hermano, a quien ve, tampoco puede amar a Dios, a quien no ve». I Juan 4: 20, DHH
EL AMOR perdona, el amor sirve, el amor espera, da sin esperar recibir, da su vida en sacrificio para que otra persona viva, el amor cura heridas, el amor bendice, alegra al desanimado y revive al moribundo. Por la fe, Moisés rehusó ser llamado hijo.de la hija del faraón y por amor decidió permanecer con el pueblo de Dios. Pablo, por amor a Cristo, consideró basura y sin valor alguno todo lo que este mundo ofrece.
«Si el amor de la verdad está en vuestro corazón, hablaréis de la verdad. Hablaréis de la bienaventurada esperanza que tenéis en Jesús. Si tenéis amor en vuestro corazón, procuraréis establecer y edificar a vuestro hermano en la santísima fe» (Elena G. de White, Afin de conocerle, p. 154).
En 1910, el entonces presidente de la Misión Adventista de la Guayana Británica, Ovid Elbert Davis, tuvo un sueño en el que se le pedía ir a predicar a una tribu araucana en plena montaña Roraima, donde se unen las fronteras de Brasil, Venezuela y Guyana. Tras haber intentado llegar en varias ocasiones, en 1911, guiado por un minero, lo intentó de nuevo. Se despidió de su esposa e hijos y les dijo que, si no regresaba, se mantuvieran fieles en el camino y que se encontrarían cuando Jesús regresara.
Davis había oído hablar de la tribu y deseaba compartir con ellos las buenas nuevas. Cuando llegó a la tribu, lo estaban esperando, porque años antes su líder había soñado que alguien llegaría con un libro y les enseñaría acerca de Dios. En el sueño, había visto que el sábado era el día del Señor, y un pequeño grupo ya lo guardaba. Davis les enseñó el evangelio, pero enfermó y murió en la montaña. Allí esperará hasta que Cristo venga.
Hoy, oremos juntos: «Señor, no amo con un corazón parcial y dividido, sino enteramente con todas mis fuerzas. Te amo porque tú me amaste primero, y decido amar a los demás y servir con todo mi corazón».