El Espíritu Santo ha sido incomprendido, casi tanto como el Padre. Algunos
teólogos creen que el Espíritu es el amor entre el Padre y el Hijo. En
otras palabras, que el Espíritu es mero afecto entre el Padre y el Hijo. Esto
lo reduce a una relación entre dos miembros de la Deidad y niega que él sea
un miembro de ella por sí mismo.
Las Escrituras, sin embargo, revelan su personalidad. Los cristianos
se bautizan en su nombre junto con los del Padre y del Hijo (Mat. 28:19). El
Espíritu glorifica a Cristo (Juan 16:14) y convence a la gente (Juan 16:8). Se
lo puede agraviar (Efe. 4:30). Es Consolador (Juan 14:16), Abogado Defensor
(NTV) y Consejero (PDT). Enseña (Luc. 12:12), intercede (Rom. 8:26) y santifica
(1 Ped. 1:2). Cristo dijo que el Espíritu guía al pueblo a toda verdad (Juan 16:13).
En síntesis, el Espíritu Santo es Dios, como lo son el Padre y el Hijo.
Juntos, son un solo Dios. Todo lo que el Espíritu hace revela el amor divino. ¿Cuáles son algunas de las cosas que hace? Luc. 12:12; Juan 16:8-13; Hech. 3:2. ____________________________________________________________
____________________________________________________________
La mayor evidencia de que el Espíritu Santo es Dios es la encarnación
de Cristo. Jesús nació del Espíritu Santo (Mat. 1:20). Solo Dios podía “crear”
de ese modo.
El Espíritu Santo pudo realizar dos milagros opuestos para Cristo. Primero,
trajo al Cristo omnipresente al seno de María; el mismo Cristo que
ascendió físicamente al cielo con cuerpo humano, confinado dentro de ese
cuerpo. En segundo lugar, el Espíritu vuelve a traer al Cristo confinado por
su humanidad y, en otro milagro inexplicable, hace que esté presente para
los cristianos de todo el mundo.
De modo que el Espíritu Santo, junto con el Padre y el Hijo, está trabajando
en nuestro favor. “La Divinidad se conmovió de piedad por la humanidad,
y el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo se dieron a sí mismos a la obra
de formar un plan de redención” (CSS 219).
El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo nos aman de igual modo y trabajan
con el fin de salvarnos para el Reino eterno de Dios. ¿Cómo podremos descuidar
una salvación tan grande?
¿Cuánto consuelo podemos obtener del hecho de que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo trabajan juntos por nuestro bienestar eterno?