«No puedo yo hacer nada por mí mismo; según oigo, así juzgo, y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del Padre, que me envió». Juan 5: 30
¿CÓMO PODEMOS SABER CUÁL ES LA VOLUNTAD del Padre para cumplirla? «Esta es la voluntad del que me ha enviado: que todo aquel que ve al Hijo y cree en él tenga vida eterna; y yo lo resucitaré en el día final» (Juan 6:40). La voluntad de Dios es que desarrollemos una relación íntima con su Hijo Jesucristo, una dependencia continua.
En Juan 4: 34, Jesús dice: «Mi comida es que haga la voluntad del que me envió y que acabe su obra». No podemos andar según nuestra propia voluntad, porque está dañada y no es una brújula segura. Por esta razón, hemos de desechar nuestra voluntad y someternos a la voluntad de Dios. Elena G. de White acónseja: «Sus siervos de hoy harán bien en preguntarse: «¿Qué clase de voluntad estoy cultivando individualmente? ¿Estoy complaciendo mis propios deseos y obstinación?». Si estamos haciendo esto corremos un grave peligro, porque Satanás siempre gobernará la voluntad que no está bajo el control del Espíritu de Dios. Cuando coloquemos nuestra voluntad en sintonía con la voluntad de Dios, se verá en nuestras vidas la santa obediencia manifestada en la vida de Cristo» (Mente, carácter y personalidad, t. 2, p. 361).
El Comentario bíblico adventista explica: «La completa sumisión de Jesús a su Padre es para los creyentes una seguridad de que todo lo que Jesús hace para ellos tiene su origen en el amante corazón de Dios» (t. 5, p. 945). Por esta razón, Juan registró las palabras de Jesús: «Trabajen, pero no por la comida que es perecedera, sino por la que permanece para vida eterna, la cual les dará el Hijo del hombre. Sobre este ha puesto Dios el Padre su sello de aprobación» (Juan 6: 27, NVI). El trabajo que Jesús reprocha aquí no es el que es necesario para ganarse la vida. Jesús está reprochando el hábito de trabajar solamente por las cosas perecederas e ignorar las cosas eternas. Lo fundamental en la vida cristiana es depender diariamente de nuestro Dios y alimentarnos de su Palabra todo el tiempo, pidiendo dirección y dependencia absoluta.
Si contestamos con sinceridad las preguntas anteriores, podremos acercarnos a Dios pidiendo el poder del Espíritu Santo para que en nuestras vidas se manifieste la verdadera obediencia.