«Sírvanse los unos a los otros por amor» (Gálatas 5:13).
Imagina que acabas de graduarte de secundaria y que necesitas un empleo ya mismo. Tus padres te dicen que a menos que comiences a asistir a la universidad tendrás que conseguir una vivienda propia, y sabes que el alquiler no lo podrás costear con los dieciocho dólares que tienes en uno de tus bolsillos. En la desesperación, has aceptado la única oferta de empleo que has recibido: ser asistente personal de una anciana rica. Eso no sería tan malo si no fuera porque ella, Ethel K. Finkelsteinenbakker, es famosa por ser un anciana avara que les paga a sus empleados en monedas de cinco y de diez centavos, a pesar de las gruesas sumas de dinero que tiene en el banco. En realidad no ganarás mucho y Ethel K. Finkelsteinenbakker es muy exigente, por lo que ser su «asistente personal» significa que serás su sirviente por el resto de la vida de ella.
A las diez de la mañana de tu primer día al servicio de Ethel K. Finkelsteinenbakker comienzas a pensar que debe de haber una mejor manera de ganar dinero en este mundo. Al final de tu primer día (las ocho horas más largas de tu vida) te diriges de inmediato a la universidad y rellenas la solicitud. No hay forma posible de que trabajes como sirviente por el resto de tu vida.
Nadie quiere pasar toda su vida sirviendo a otro. Por eso no suena muy divertido cuando Jesús dice que si lo seguimos, vamos a terminar siendo «el último de todos, y servirlos a todos» (Marcos 9: 35). Sin embargo, paradójicamente, Dios promete que encontraremos gozo y recompensa si, en su nombre, servimos a los demás. Pero ¿cómo podrás estar contento y actuar con amor si tienes que servir a gente como Ethel K. Finkelsteinenbakker? Hay un pequeño truco en Efesios 6: 7 que te ayudará a servir a cualquier persona: «Realicen su trabajo de buena gana, como un servicio al Señor y no a los hombres». Esa es la clave: recuerda que tu verdadero patrón es Dios, no Ethel K. Finkelsteinenbakker (o para el caso, cualquier otra persona). Tomando en cuenta lo mucho que él ha hecho por ti, ¿qué estás dispuesto a hacer por él? Ahora, con eso en mente, haz lo mismo en favor de la gente que él ama (que es a todo el mundo). Así es como podremos servir a cualquiera, en todo momento y en todo lugar.
Ponlo en práctica: Hoy, haz algún acto de servicio que te lleve fuera de tu zona de comodidad.
Ponlo en oración: Ora diciendo: «Señor, ayúdame a estar dispuesto a servir. Recuérdame que mi servicio es para ti, no para impresionar a nadie».