«Quiero conocerlo a él y el poder de su resurrección, y participar de sus padecimientos hasta llegar a ser semejante a él en su muerte». Filipenses 3: 10
EN UN SALÓN DE CUARTO GRADO de primaria con 45 alumnos, dos tenían el mismo nombre: Tomás. Ese día, el maestro llegó y comenzó a impartir su clase. Cuando había pasado una hora, el director de la escuela llamó al maestro por unos minutos. Los niños se quedaron solos, y los apuntes del maestro estaban sobre el escritorio. Un niño travieso se levantó y rayó todos los papeles que el profesor había preparado para la clase. Cuando el maestro regresó, encontró que sus apuntes habían sido destruidos. Muy airado, les dijo a los niños que no saldrían al recreo si no le decían quién había sido.
De repente, uno de los dos Tomás se levantó, fue hacia el maestro y se declaró culpable. El maestro aplicó una medida disciplinaria. Al ver lo ocurrido, el otro niño que se llamaba Tomás pasó al frente y dijo:
—Él no fue, fui yo.
Extrañado, el maestro le preguntó al niño que había recibido la sanción: —¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué no dejaste que el culpable recibiera su castigo?
Tomás contestó:
‘ — Solo quiero ser como Jesús, deseo ayudarlo y compartir su castigo con él.
La Dios Habla Hoy traduce así el versículo de hoy: «Lo que quiero es conocer a Cristo, sentir en mí el poder de su resurrección y la solidaridad en sus sufrimientos; haciéndome semejante a él en su muerte». El hombre fue hecho a imagen de Dios; sin embargo, esa imagen quedó desdibujada y distorsionada por la intromisión del pecado. El egoísmo y la maldad han tergiversado la imagen de Dios en nosotros; pero la Biblia también afirma que podemos ser transformados en Cristo.
Cuando pensamos en ser semejantes a Cristo, a algunos les pueden pasar por la mente imágenes de poder y realeza, pues él es el Rey de reyes. Sin embargo, Pablo habla de ser semejantes a él en su muerte. La muerte de Cristo en la cruz es el acto de desprendimiento y altruismo más elevado que alguna vez haya visto el universo.
Hoy, al andar como Jesús anduvo, podemos imitar su actitud y volver a reflejar la imagen de Dios en nuestra vida.