«El sacrificio que te agrada es un espíritu quebrantado; tú, oh Dios, no desprecias al corazón quebrantado y arrepentido. En tu buena voluntad, haz que prospere Sion; levanta los muros deJerusalén». Salmo 51: 17-18, NVI
SEÑOR LE OTORGADO a su iglesia dones y bendiciones para que presente ante el mundo una imagen de su propia suficiencia, y para que su iglesia sea completa en él, una constante representación de otro mundo, el mundo eterno, que es regido por leyes superiores a las leyes terrenales. Su iglesia ha de ser un templo erigido a la semejanza divina, y el arquitecto divino es quien ha traído la celestial vara de medir, y cada piedra debe ser cortada y labrada según la medida divina, y pulimentada para brillar como emblema del cielo, irradiando en todas direcciones los radiantes y claros rayos del Sol de justicia.— Testimonios para los ministros, sec. 1, p. 13, adaptado.
Por el Espíritu de verdád, obrando a través de la Palabra de Dios, es como Cristo atrae a sus escogidos. Al describir a sus discípulos la obra y el papel del Espíritu Santo, Jesús trató de inspirarles el gozo y la esperanza que alentaba su propio corazón. Se regocijaba por la ayuda abundante que había provisto para su iglesia.— El Deseado de todas las gentes, cap. 73, p. 640.
Cristo se regocijaba en el conocimiento de que podría hacer más por sus seguidores de lo que había prometido y de que lo haría; que de él fluirían amor y compasión que limpiarían el templo del alma y harían a los seres humanos semejantes a él en carácter; que su verdad, provista del poder del Espíritu, saldrían «venciendo y para vencer» (Apoc. 6: Los hechos de los apóstoles, cap. 2, p. 19.