«¡Pero, Felipe! ¿Tanto tiempo llevo ya entre ustedes, y todavía no me conoces? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre. ¿Cómo puedes decirme: ‘Muéstranos al Padre’? ¿Acaso no crees que yo estoy en el Padre, g que el Padre está en mí? Las palabras que yo les comunico, «o no las hablo como cosa mía, sino que es e/ Padre, que está en mí el que realiza sus obras. Créanme cuando les digo que go estoy en el Padre y que el Padre está en mí; o al menos créanme por los obras mismas» (Juan 149-11)
Cuando vi el catálogo de un programa de multimedia cristiano, decidí comprar algunos de sus libros. Así que llené el formulario con mi nombre, dirección, número de teléfono, los títulos de los libros, cantidad y precios, y la suma total. Extendí un cheque para mandarlo adjunto, lo puse en el sobre que venía con el catálogo, compré un sello y lo envié por correo. Unos días después, recibí una llamada telefónica en la cual me avisaron de que no había firmado el cheque. ¿Cómo podía ser? Debí de haber estado apurada, porque siempre firmo mis cheques. La amable señora me dijo que podían conseguir permiso del banco para firmar por mí, si ponían mis iniciales en el lugar estipulado para la firma. Cuando me preguntó si estaría de acuerdo con eso, asentí sin demora.
Oré para que todo saliera bien. Más tarde, cuando recibí el paquete de libros y revisé el resumen bancario, vi que el banco había aceptado el cheque. Me alivió el saber que todo había salido bien y agradecí a Dios por su intervención en este asunto. Entonces prometí que, con la ayuda de Dios, nunca más cometería el mismo error. iQué importante es una firma! Tu nombre, mi nombre, el nombre de cualquiera, cuando está firmado a mano, es un símbolo de autoridad.
Esto me llevó a reflexionar en el poder de una firma. A mi entender, en el versículo de hoy, Jesús manifestó a sus discípulos que él era la firma de Dios, isu autoridad! Busqué la palabra «firma» en el diccionario y una de sus acepciones indica que se trata de «sello, carácter peculiar o especial» que sirve para identificar a una persona, lo cual definitivamente concuerda con nuestro Señor, el Hijo de Dios, a través del cual reconocemos al Padre y quien tiene su autoridad. ¿No es esto poderoso?
La próxima vez que tú o yo estemos ante un mostrador de facturación en un aeropuerto, pasemos por Inmigración con nuestro pasaporte, o paguemos con cheque o tarjeta en una tienda, recordemos la importancia de esa autoridad, nuestra firma; y agradezcamos a Dios por la autoridad que nos dio a través de su Hijo, nuestro Señor y Salvador Jesucristo, y su Espíritu Santo. ¿Qué puede ser más confiable?
BESSIE SIEMENS murió el 19 de marzo de 2011, estando ya jubilada.