«Y haced sendas derechas para vuestros pies, para que lo cojo no se salga del camino, sino que sea sanado». Hebreos 12: 13
CIERTA TARDE GRIS, mientras estaba en la estación «La Luz», en San Pablo (trataba de conseguir un taxi para dirigirme al barrio Belén, donde conducía una campaña evangelizadora), fui sorprendido por Elena, una policía que se ofreció para llevarme. En el camino me contó que me había conocido en uno de los momentos más trágicos de su vida, cuando deseaba morir por causa de la muerte de su hijo de 16 años. Me dijo que en ese entonces el mensaje que yo había predicado la había ayudado a entender que valía la pena confiar en Dios y continuar viviendo. Muchas veces había contado este incidente al comenzar mi mensaje del porqué del sufrimiento, pero hace pocos días mi secretaria me sacó de una reunión, diciendo que alguien necesitaba urgentemente hablar conmigo. Era Elena, la policía del vestido blanco y revólver calibre 38.
Estaba desesperada. —¿Por qué, pastor? —fue su primera pregunta—. Mi otro hijo de 15 años acaba de morir en un accidente de tránsito y no consigo entender el porqué. -¿Qué podía decirle a una mujer golpeada tantas veces por la tragedia? Algunos días después le escribí una carta de ánimo y gozo, pero el sufrimiento de Elena no conseguía salir de mi cabeza. Esta mañana, leyendo la Biblia, encontré el versículo de Hebreos 12: 13. En el capítulo 12 de Hebreos encontramos una exhortación a la constancia, paciencia y santidad. El versículo, 11 dice: «Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que por medio de ella han sido ejercitados».
Después menciona las «sendas derechas para [los] pies, para que lo cojo no se salga del camino, sino que sea sanado». Hay un camino glorioso para ti, Elena, aunque en medio de las lágrimas y el dolor no consigas verlo. Existe un camino del cual no puedes salir. Ese camino es Jesús, y muchas veces el dolor y la tristeza golpean a la puerta de nuestro corazón porque Dios nos está llamando a ese camino glorioso que ha reservado para nosotros. La meditación de hoy es para todas las «Elenas» que no logran entender el porqué del sufrimiento, con el fin de que levanten «las manos caídas y las rodillas paralizadas» (vers. 12), y logren glorificar el nombre de Dios en medio de las espinas del dolor, la tristeza y la nostalgia.