«Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el Espíritu de adopción, por el cual clamamos: iAbba, Padre! Romanos 8: 1 5
SERVIR POR OBLIGACIÓN es una cosa, y servir por amor es otracompletamente diferente. En los internados de los colegios sucede con frecuencia algo que ilustra muy bien lo que estoy tratando de decir. Las chicas que trabajan en la lavandería planchan las camisas como parte de su obligación. ¿Qué significan esas camisas para ellas? Trabajo, remuneración y deber; nada más. Pero imagina que cierto día a una chica le empieza a gustar un joven y, por coincidencia, cuando está trabajando en la lavandería, llega a sus manos la camisa del joven que le gusta. ¿Cómo crees que dicha joven va a tratar esa camisa? Con seguridad que la va a planchar con mucho cariño, va a ser cuidadosa con cada parte de la camisa y, si pudiera, hasta va a colocarle un poco de perfume. ¿Dónde está la diferencia? En el amor, por supuesto; y es justamente a esa experiencia que el Señor Jesús quiere llevarnos.
Antes de conocerlo éramos esclavos del pecado, de los temores, de las dudas y de los prejuicios. Obedecíamos de alguna manera por temor a perdernos o sufrir las consecuencias de nuestro error. Pero un día lo conocimos y entendimos su amor maravilloso. Entendimos cómo él dejó todo y vino a este mundo para salvarnos, cómo nos ama y está dispuesto a aceptamos tal como somos. Entonces nos apasionamos por él, somos conquistados por la atracción de la cruz y, voluntariamente, nos convertimos en esclavos de su amor. Las cadenas de la esclavitud ya no nos atan; ya no obedecemos por temor al castigo. Ahora estamos atados por las cuerdas del amor. Amamos, y porque amamos queremos ver a nuestro Señor Jesús siempre sonriente.
Sus pensamientos pasan a ser nuestros pensamientos y sus sentimientos los nuestros. La Ley no está escrita solo en tablas de piedra, sus principios están ahora grabados con amor en nuestro corazón y, a medida que los días pasan, vemos cada vez más su carácter reflejado en el nuestro. Las personas perciben que somos cada vez más semejantes a Jesús. Entonces, brota del corazón un canto de júbilo: «iAbba, Padre!», que quiere decir «dos veces Padre»