«Todos bebieron la misma bebida espiritual, porque bebían de la roca espiritual que los seguía Esa roca era Cristo». 1 Corintios 10: 4
LA VIDA ESPIRITUAL DE CADA CREYENTE ha de crecer continuamente. Sin embargo, hoy se percibe una atmósfera de apatía espiritual en muchas comunidades cristianas. La tibieza espiritual, la falta de interés en la Palabra y la oración, y la falta de gozo, son algunos de los síntomas. Mientras tanto, en nuestra sociedad aumenta la delincuencia, la corrupción y la deshonestidad. La falta de valores morales y el poco interés en Dios, son factores que contribuyen a que el mal se propague por todas partes.
En realidad, esa es la causa de todos los problemas que vemos. El secularismo nos ha predispuesto a pensar más en lo material que en lo espiritual. Sin embargo, nuestro mayor problema es interno, está en el corazón. Si fuéramos más espirituales, seríamos más sensibles a la voz de Dios. Philip G. Samaan afirma: «La satisfacción no proviene de las cosas materiales sino de una experiencia de intimidad con Dios».
¿En qué consiste la espiritualidad? ¿Tiene que ver con nuestra dedicación, humildad, ayunos, retiros espirituales o devoción? La crisis espiritual que está minando al mundo y a la iglesia no se resuelve con más programas o servicios en la iglesia, sino con un reavivamiento de la piedad. La Palabra de Dios puede renovar y transformar nuestras vidas.
Debemos preocuparnos cada día por tener una relación más estrecha con nuestro Dios; una relación de amistad, de compañerismo con él. Elena G. de White nos dice: «Si quitamos la vista del yo y mantenemos una correcta relación con Dios, manifestaremos una paciencia y una amabilidad que nos convertirán en una bendición para todos aquellos con quienes nos relacionemos. Necesitamos mantener una buena comunicación con el Señor, pues no estamos seguros a menos que nos coloquemos bajo el amplio escudo de la Omnipotencia. Solo allí puede realizar el Señor, por medio de nosotros, el querer y el hacer su buena voluntad, en tanto obramos nuestra salvación con temor y temblor» (Alza tus ojos, p. 243).
Oremos y estudiemos más la Palabra de Dios, a fin de fortalecer la comunicación con él y experimentar el verdadero crecimiento espiritual.