«Ese hombre es como un árbol plantado a la orilla de un río, que da su fruto a su tiempo y jamás se marchitan sus hojas. ¡Todo lo que hace, le sale bien!» (Salmo 1:3).
En el Parque Nacional de las Secuoyas de California se encuentran los árboles más altos del mundo. Cuando digo altos, quiero decir muy altos. El árbol más alto del mundo es precisamente una secuoya de este parque, conocida como General Sherman. Mide 84 metros. Para que te hagas idea, te diré que es tan alto como si tuvieras a un amigo parado sobre sus hombros… y luego hubiera 65 amigos más encima de él.
Las secuoyas no son solamente altas: también son resistentes y fuertes. Incluso mejoran con la edad, produciendo más y mejor madera a medida que envejecen. Por decir algo, pueden alcanzar la edad de dos mil años (¡y tú que pensabas que tus padres eran anticuados!). También pueden resistir a las fuerzas de la naturaleza: los más grandes son incluso resistentes al fuego.
Todas las plantas que he llevado a casa han muerto. Por lo general, es una muerte lenta y cruel; ya sea por negligencia o por ponerle demasiada agua. No es que yo quiera que se mueran. Obviamente, yo quiero que vivan, pero por alguna razón se marchitan una vez que están a mi cuidado. En realidad es bastante triste el contraste que se da entre mi pequeñísima planta de interior que lucha por vivir y una majestuosa, próspera y robusta secuoya de 80 metros de altura.
La Biblia dice que las personas que confían en Dios serán como secuoyas, no como mis plantas de interior. Jeremías 1 7: 7-8 afirma: «Bendito el hombre que confía en mí, que pone en mí su esperanza. Será como un árbol plantado a la orilla de un río, que extiende sus raíces hacia la corriente y no teme cuando llegan a los calores, pues su follaje está siempre frondoso. En el tiempo de sequía no se inquieta, y nunca deja de dar fruto».
Si alguna vez te sientes como una planta marchita, confía en Dios. Él promete darte raíces fuertes, protegerte de daños, y hacerte florecer y crecer; igual que un árbol majestuoso.
Ponlo en práctica: Piensa en alguien que conoces y se parece a un árbol fuerte porque confía en Dios. Habla con ella o el y pregúntale cómo llegó a confiar en el Señor.
Ponlo en oración:Eleva una oración de entrega. Dile a Dios que confías en él para que te haga crecer de una manera que te haga más fuerte y mejor cada año.