«Ya sea que te desvíes a la derecha o a la izquierda, tus oídos percibirán a tus espaldas una voz que te dirá: «o Este es el camino; síguelo'» (Isa. 30:21)
Si le pido a mi esposo que me compre zapatos, no puedo simplemente decirle el número, porque no todas las marcas tallan igual. Para estar segura, tengo que trazar el contorno de mi pie en un papel, recortarlo y dárselo como muestra. Incluso así, he tenido que pedirle que devuelva algún par de zapatos y me traiga un número más. En realidad, tengo que ir con él para probármelos.
Cuando era joven, estaba más interesada en el estilo de calzado que en el tamaño adecuado. Debo confesar que tenía pasión por los zapatos. Los elegía, principalmente, según el estilo y la moda del momento. Admito que eso era bastante vano de mi parte. Ahora soy mayor y estoy jubilada, y busco comodidad. Necesito estar segura cuando camino y también quiero mantener los pies templados.
En un viaje reciente que hicimos a Tailandia, nuestro hijo nos llevó a un mercado nocturno en el cual vendían zapatos de segunda mano. No soy alguien a quien le llama la atención comprar zapatos usados, así que no estaba interesada en adquirir ninguno. Di unas vueltas por la sección de mujeres, mientras los hombres elegían los suyos, y a pesar de mis recelos, terminé comprando un par que estaba prácticamente nuevo. Los revisé cuidadosamente y no había nada que indicara que habían sido usados. Quien haya sido la dueña debió de haber sido muy cuidadosa con sus cosas; por eso, cada vez que los uso, siento que debo probar ser digna de ellos.
Al pensar en zapatos, mi mente reflexiona en Jesús cuando estuvo aquí, en este mundo. Imagino que solo tenía un par de zapatos. Y quizá tuvo que reparar a menudo ese único par. En su ministerio, Jesús seguramente usó las sandalias comunes, locales. Ese calzado permite que el polvo penetre fácilmente, y no puede mantener los pies limpios. Esas sandalias lo llevaron a pueblos y aldeas distantes. Él caminó haciendo el bien, buscando y salvando a los perdidos. Mi autora preferida llama a ese calzado «los zapatos del evangelio». Ella escribe: «Vean todos que sus pies están calzados con el evangelio de la paz y buena voluntad hacia los hombres. Maravillosos serán los resultados que veremos si nos dedicamos a la obra llenos del Espíritu de Cristo» (Elena G. de White, El evangelismo, cap. 17, p. 422).
Le pido a Dios que me permita usar los zapatos del evangelio, para poder ir donde el Espíritu me guíe.
BIRDIE PODDAR está jubilada y vive en la India. de donde es originaria