«Pónganme a prueba en eso, a ver si no les abro las ventanas del cielo para vaciar sobre ustedes la más rica bendición». Malaquías 3: 10
¿CUAL ES TU MAYOR SUEÑO? ¿Qué harías por alcanzarlo? Mi hermana y yo crecimos con muchas limitaciones y necesidades. Mi madre nos sostenía con un paupérrimo salario. Pero, aunque mi mamá era de escasos recursos, nos regaló el mejor y mayor tesoro: una fe inquebrantable en nuestro Padre celestial. Para lograr mi sueño de ser profesional tuve que enfrentar grandes obstáculos. El primero: elegir entre estudiar en un instituto politécnico vocacional becada por tres años, donde se recibían clases dos sábados al mes y tener una buena preparación para ingresar a la universidad, o estudiar en un técnico medio por cuatro años, donde no iba a recibir una preparación tan buena y por lo tanto se me haría más difícil ingresar a la universidad.
Yo deseaba el instituto, por la preparación superior que recibiría y porque era más rápido, pero mi mamá no quería tenerme lejos de casa tanto tiempo. Por otro lado, la mayoría de mis hermanos de la iglesia se oponían, debido a que muchos jóvenes se habían apartado de la fe como resultado del ambiente en esas escuelas. Por mi parte, creía que el mismo Dios que estuvo con los jóvenes hebreos en Babilonia podía ayudarme a salir victoriosa de esa «Babilonia» moderna a la que me enfrentaría.
El segundo obstáculo que tuve que superar fueron los exámenes para ingresar al instituto. Estas pruebas eran bien rigurosas y debía tomar, durante todo un año, seis clases privadas a la semana. Cada clase costaba un dólar. Si hacemos las cuentas serían veinticuatro dólares al mes. Quizás no te parezca muy costoso, pero ten en cuenta que mi mamá cobraba menos de veinte dólares al mes y tenía que suplir todas las necesidades de un hogar.
En ese momento sentí que tenía una muralla imposible de derribar frente a mí. Para serte sincera te diré que desconozco los detalles de cómo Dios hizo ese gran milagro en mi vida, porque durante todo un año, con fe, honradamente y con mucho sacrificio, mi mamá pagó mis estudios. El versículo de hoy no es un cliché; es una realidad en mi vida. Mañana te contaré el resto de mi historia.