«Al que puede hacer muchísimo más que todo lo que podamos imaginarnos o pedir, por el poder «o que obra eficazmente en nosotros» (Efe. 3:20).
Un día tranquilo en el trabajo, me puse a revisar los correos electrónicos que tenía en la bandeja de entrada. Uno de ellos tenía como asunto: «Mira mi oferta de cosméticos». Esto debe de ser spam, pensé. Hay tantos hoy en día.. Estaba a punto de borrarlo cuando algo dentro de mí me impulsó a abrirlo. El mensaje invitaba a todos los interesados en comprar cosméticos a contactarse, y proporcionaba información de contacto. Anoté rápidamente el número de teléfono y puse la nota en mi cartera.
Un par de semanas después, cuando se me terminó la base de maquillaje, encontré la nota. Llamé por teléfono y quedé en ir a la casa de la señora aquella misma tarde. Cuando llegué, la consultora de belleza se presentó como Ella. Su casa estaba totalmente desorderiada. La cocina estaba repleta de cajas de todo tipo de productos cosméticos.
El comportamiento de Ella demostraba que su corazón también estaba hecho un caos; su tristeza era demasiado visible. Mientras conversábamos, me contó la historia de abuso que ella y sus dos hijos habían sufrido los últimos años. Me conmoví al escuchar el problema que su esposo tenía con las drogas. Luego, le pregunté si podía orar con ella. Ella aceptó un folleto que le di y me dejó abrazarla, y sonrió cuando le dije que me mantendría en contacto.
En medio de las pruebas de Ella, Dios hizo que nuestros caminos se cruzaran. Con el tiempo, nuestra amistad se fortaleció. La ayudé a actuar ante su necesidad de mudarse a un refugio, encontrar un trabajo y obtener un medio de transporte. Entonces, me confesó la verdad: ella también había estado consumiendo drogas. Finalmente, las circunstancias hicieron que terminara en la cárcel. Aunque yo nunca había estado en una penitenciaría, fui a visitarla. En la soledad de su celda, Ella clamó a Dios, quien fue misericordioso y contestó sus oraciones. Ella pudo entrar en un programa de rehabilitación, para tratar las consecuencias de sus relaciones disfuncionales.
Un día, le pregunté cómo había obtenido mi dirección de correo electrónico; ella no tenía idea. Ante sus serias dificultades, simplemente había mandado un correo masivo, anhelando que cualquiera respondiera. Al mirar atrás, ambas nos maravillamos por la manera en que Dios obró para unir nuestras vidas de una manera milagrosa.
¿Conoce Dios tu correo electrónico? iCon seguridad!
KAREN PHILLIPS es gerente de Recursos Humanos en Nebraska. EE.UU., y madre soltera de cuatro hijos.