Si tu presencia no ha de ir conmigo, no nos saques de aquí. Exodo 33:15.
¿Te sientes seguro? ¿Estás seguro?
Moisés le pide seguridad a Dios. Quiere que el Señor lo acompañe en la travesía por el desierto para llegar a Canaán. Y Dios le promete: “Mi presencia irá contigo, y te daré descanso” (Exo. 33:14).
La palabra seguridad es ambigua. Puede expresar tanto un valor positivo como un obstáculo para el crecimiento personal. Los israelitas, que ya se habían acostumbrado a vivir en la esclavitud de Egipto, valoraban la seguridad por sobre todas las cosas, ¡aun por encima de la libertad! Se quejaban de Dios y de Moisés. Preferían ser esclavos, pero estar seguros. Pero estos esclavos que cedían su libertad esencial para adquirir una pequeña seguridad temporal ¿estarían realmente seguros?
La seguridad es un riesgo de muerte. La sociedad te da certidumbre, pero puede esclavizarte. Sus leyes te dictan cómo tienes que vivir, qué debes consumir, qué debes hacer. Y, cuando entregas tu alma a la opinión de la mayoría, arriesgas tu vida.
Conocedor de la naturaleza humana, Jesús le preguntó al paralítico si realmente quería ser sano (Juan 5:6). ¡Porque es fácil vivir sin luchar! ¡Es fácil escuchar la Palabra de Dios pero no permitir que penetre en el corazón! ¡Es fácil vivir en la comodidad del pecado! Pero lo único seguro en este mundo es la muerte. Hay quienes no arriesgan nada, ni su corazón ni su bolsillo, para salir de “Egipto” y aventurarse a una nueva vida con Dios.
Por otra parte, hay una seguridad sana: la que proviene del compañerismo con Jesús, forjado en la oración sincera y cotidiana. La compañía de Dios da confianza y seguridad. Y esa serena confianza interior eleva nuestra autoestima, nos da dignidad, y es la fuerza interior que permite que nos amemos a nosotros mismos. No podemos amar a otros sin antes amarnos a nosotros (Mat. 22:39).
¡Qué bella oración de sabiduría y humildad! Moisés sabe que solo Dios podrá guiar a aquel pueblo a través del inhóspito desierto. Entonces, el Señor le dice: “Toma mi mano, y si colocas tus pies sobre mis huellas, podrás caminar seguro”.
¡Cuánto necesitamos esta clase de seguridad para andar por el desierto de la vida!
Oración: Gracias, Señor, porque contigo me siento seguro.