«En sus días será salvo Judá, e Israel habitará confiado; y este será su nombre con el cual lo llamarán: «Jehová, justicia nuestra»». Jeremías 23: 6
CUANDO YO ERA MUCHACHO, mi madre oraba diciendo: «Oh, señor, cúbreme con tu manto de justicia divina». Muchas veces trataba de imaginarme cómo sería ese manto. Después fui creciendo y oí decir en la iglesia que Dios estaba dispuesto a darnos su «justicia». Posteriormente, aprendí que la justicia es un atributo divino. Pero, lo que el texto de hoy nos está diciendo es que la justicia no es un objeto, no es simplemente un atributo, no es algo; es ALGUIEN. «Este será su nombre… «Jehová, justicia nuestra»». Jesús es la justicia, y cuando Dios nos da su justicia, nos da a Jesús. No existe justicia separada de él, porque él es la justicia.
Esta mañana el Señor nos invita a que salgamos de un cristianismo teórico, a que dejemos de vivir preocupados apenas con definiciones teológicas y a que entremos en la realidad de la vida práctica, porque si la justicia es una persona, entonces el cristianismo es una experiencia personal. Ser justo es una experiencia personal, y practicar actos de justicia es el resultado de convivir con la Persona-Justicia que es Jesús.
Esta mañana, antes de salir para las actividades del día, ¿está reunida toda la familia? ¿Qué tal si cada uno sale tomado de la mano de la maravillosa Persona„Justicia? ¿Qué tal andar con Jesús a lo largo del día, recordando que al estar con él estamos con la Justicia? Niños y jóvenes, ¿les gusta tener amigos? Adolescentes, ¿les gusta tener siempre un amigo especial a quien confiarle sus secretos? Los adultos, ¿No aprendimos que vale la pena tener un amigo a quien podamos acudir en los momentos de tristeza? ¿Por qué no hacer, entonces, de la Persona-Justicia ese amigo? ¿Por qué no encarar la vida cristiana y la vida justa como esa experiencia incomparable de convivir con un amigo en quien poder confiar?
Mientras encaremos la vida justa como un nivel de vida ideal que los cristianos tienen que alcanzar con el fin de estar preparados para ir al cielo, estaremos siempre distorsionando el plan de Dios para nosotros. Pero, cuando entendamos y comencemos a enseñarle a nuestros hijos que la justicia, en lugar de ser únicamente una meta a alcanzar, es también una Persona que está con los brazos abiertos y con quien precisamos aprender a convivir, tendremos paz, y nuestros hijos, lejos de tener miedo de la religión o de vivir frustrados, desearan ser cristianos y vivirán el autentico cristianismo que sale de la mediocridad de la teoría para convertirse en realidad de la vida práctica.
Haz tuyas estas palabras: «Señor ayúdame a verte, no como un Dios distante, sino como una Persona cercana. Vive en mí, oh Dios, en este día. Habita en mí por la presencia de tu Santo Espíritu. Voy a la lucha de la vida, pero voy seguro de tu compañía. i Tú eres mi Justicia!»