«Engaño hay en el corazón de los que maquinan el mal, pero alegría en el de quienes aconsejan el bien». Proverbios 12: 20
EL QUE VIVA EN ARMONÍA CON DIOS y con su prójimo no sabrá lo que es la desdicha. No habrá envidia en su corazón ni su imaginación albergará el mal; allí no podrá existir el odio. El corazón que está en sintonía con Dios participa de la paz del cielo y esparce a su alrededor una influencia benéfica. El espíritu de paz se asentará como rocío sobre los corazones cansados y turbados por las dificultades.— El discurso maestro de Jesucristo, cap. 2, p. 50.
«Dios bendice a los que trabajan para que haya paz en el mundo, pues ellos serán llamados hijos de Dios» (Mat. 5: 9, TLA). La paz de Cristo nace de la verdad. Está en armonía con Dios. El mundo está en enemistad con la ley de Dios; los pecadores están en enemistad con su Creador, y como resultado están en enemistad unos con otros. Ahora bien, el Salmista declara: «Los que aman tu ley viven en completa paz, porque saben que no tropezarán» (Sal. 119: 165, RVC). Los hombres no pueden construir la paz. Los planes humanos, para la purificación y elevación de los individuos o de la sociedad, no lograrán la paz, porque no alcanzan al corazón. El único poder que puede crear o perpetuar la paz verdadera es la gracia de Cristo; y cuando esté implantada en el corazón, desalojará las malas pasiones que causan luchas y disensiones. «En lugar de la zarza crecerá ciprés, y en lugar de la ortiga crecerá arrayán»; y el desierto de la vida «se gozará, y florecerá como la rosa» (Isa. 55: 13; 35: 1).— El Deseado de todas las gentes, cap. 31, p. 274.