Llevaron unos niños a Jesús, para que los tocara, Marcos 10: 13.
EI tacto es otro sentido que Dios nos dio para que disfrutemos su creación. El sentido del tacto incluye el uso de las terminaciones nerviosas de la piel, sobre todo la de nuestros pies y nuestras manos. Un microsegundo después de que tocas un objeto, los impulsos nerviosos llegan a tu cerebro, que al instante dice si ese objeto está caliente o frío, blando o duro, húmedo o seco, suave o áspero.
El tacto, quizás más que los demás sentidos, nos provoca emociones. Hasta puede hacer que nos sintamos cobijados. En los días de Jesús, las madres le llevaban a sus hijos e hijas para que él los tocara y bendijera. La mujer enferma quería simplemente tocar el manto de Jesús; sabía que así, sanaría.
Dios nos dio el tacto para que disfrutemos la naturaleza al máximo. ¿Te has arrodillado en una playa y dejado que la arena se escape por tus dedos? Tal vez has disfrutado la pegajosa sensación del meter las manos al lodo. Quizá te gusta quitarte los zapatos y tocar con los dedos de tus pies un refrescante arroyo; a lo mejor te ha sorprendido la suavidad de los pétalos de una rosa. El tacto nos provoca emociones genuinas. La sensación de tocar la corteza de un árbol no es igual a la de la suavidad del pasto, o el mullido pelaje de un gato. La comezón que sientes cuando te pica un brazo no es igual a lo que sientes si una persona te toma del brazo con la mano.
Cristo de nuevo demuestra cuánto nos ama en la importancia del tacto. Dale hoy las gracias por lo que sientes al tocar. Quizá el to quede tu mano sobre la de una persona enferma o anciana de tu familia, iglesia y vecindario, le haga sentir el amor de Jesus. Toca hoy a alguien con tu vida dedicada a Jesus.