«Después festejarás con alegría los bienes que el Señor tu Dios te haya dado a ti y a tu familia. Se unirán a tu celebración los levitas e inmigrantes. Deuteronomio 26: I l, LPH
LOS MANDÓ A LOS ISRAELITAS a que se reunieran ante él en períodos determinados, en el lugar que él eligiera, y que observaran días especiales en los que no debían hacer ningún trabajo innecesario, sino dedicar tiempo a meditar en las bendiciones que él les había prodigado. En estas ocasiones especiales debían traer presentes, ofrendas voluntarias, y ofrendas de acción de gracias al Señor, de acuerdo con la bendición que él les hubiera dado. El siervo y la sierva, el extranjero, el huérfano y la viuda, habían de regocijarse de que Dios, por su propio y maravilloso poder, los había sacado de la servidumbre humillante para traerlos al gozo de la libertad.— Testimonios para la iglesia, t. 2, p. 507.
¿No vamos a organizar nosotros santas celebraciones para Dios? ¿No vamos a demostrar que tenemos entusiasmo en su servicio? Teniendo ante nosotros algo tan grande y ennoblecedor como la salvación, ¿vamos a seguir tan fríos como estatuas de mármol?
Si la gente puede entusiasmarse tanto por un partido de criquet o por una carrera de caballos, o por otras nimiedades que no reportan bien a nadie, ¿vamos nosotros a seguir inconmovibles cuando el plan de la salvación nos es revelado?
Organice pues […] la iglesia desde ahora celebraciones de regocijo para el Señor.— Consejos para los maestros, cap. 53, p. 358, adaptado.