Dame entendimiento para seguir tus preceptos, pues quiero meditar en tus maravillas, Salmo 119: 27.
Dos hombres caminaban por una transitada calle de Nueva York. Uno se detuvo y preguntó:
—¿Escuchaste eso?
—¿Qué? —respondió su amigo.
—Escucha —añadió el primero.
Nuevamente se oyó el ruido. Bajó unos escalones, acompañado de su amigo. Entre dos ladrillos encontraron un grillo que cantaba. —¿Cómo lo escuchaste? —preguntó el segundo hombre al primero. —Observa —respondió su amigo. Regresó a la banqueta y dejó caer una moneda. Mucha gente escuchó el sonido de la moneda y dejó de caminar, para buscarla.
Hay personas que están muy atentas al sonido del dinero pero no al de un grillo. También están quienes prestan mucha atención a los sonidos de la naturaleza. He sugerido a varios chicos y chicas que se sienten en un jardín con los ojos vendados, simplemente para escuchar la naturaleza. Tú también haz la prueba. Te sorprenderás. Escucha los sonidos de la naturaleza, no los que son artificiales.
En el mundo de Dios suceden muchísimas cosas, pero nosotros ni las oímos ni las vemos, porque estamos tan distraídos con la vida cotidiana. Nos perdemos muchas melodías porque estamos demasiado ocupados para escucharlas. Hay tantas escenas hermosas que podríamos disfrutar si nos tomáramos el tiempo para hacerlo.
El patio trasero de mi casa da al este, y con frecuencia, mi esposa y yo observamos los bellos amaneceres que se ven por sobre los árboles. Mucha gente se pierde la delicia del amanecer porque no dedican tiempo a observarlo. Están siempre demasiado ocupados.
Jesús quiere que dediquemos tiempo a sus dos libros: la Biblia y la naturaleza. Podemos aprender mucho de la Palabra de Dios y también del mundo de Dios, Jesús nos enseña grandes lecciones espirituales a través de la naturaleza; lecciones que él mismo se detuvo a aprenderlas.
Pide a Jesús que hoy te impresione para que te detengas, mires y escuches su Palabra y su mundo.