«Pero yo, con voz de gratitud, te ofreceré sacrificios; […]¡Solo tu, Señor, puedes salvar!» (Jonas 2:9).
Jonás pasó tres pútridos y apestosos días dentro del estómago del pez para pensar en las consecuencias que acarrea huir de Dios. Podría haberse enojado con el Señor o incluso consigo mismo pero, en lugar de eso, ¡terminó dando gracias a Dios en oración! Todo el tiempo que no pasó tapándose la nariz o vomitando el desayuno del día anterior, lo dedicaba a dar gracias al Señor por haberlo salvado. Leamos parte de su oración.
«En mi angustia clamé a ti, Señor, y tú me respondiste.
Desde las profundidades de la muerte clamé a ti, y tú me oíste.
Me arrojaste a lo más hondo del mar, y las corrientes me envolvieron.
Las grandes olas que tú mandas pasaban sobre mí.
[…] Las aguas me rodeaban por completo; me cubría el mar profundo:
las algas se enredaban en mi cabeza.
[…] Pero tú, Señor, mi Dios, me salvaste de la muerte.
Al sentir que la vida se me iba, me acordé de ti, Señor» (Jonás 2: 2-7).
Y cuando Jonás le dio gracias a Dios por enviar a aquel pez que lo salvó, sucedió algo curioso: «Entonces el Señor dispuso que el pez vomitara a Jonás en tierra firme» (v. 10). La gratitud de Jonás lo condujo a la salvación.
Ponlo en práctica: Cuando te encuentras en una situación horrible y apestosa, ¿te enojas o te sientes agradecido? Sigue el ejemplo de Jonás e intenta encontrar algo por lo que dar gracias a Dios.
Ponlo en oración: Tal como lo hizo Jonás, da gracias al Señor por salvarte y darte una segunda oportunidad.