«No os unáis en yugo desigual con los incrédulos, porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión, la luz con las tinieblas?». 2 Corintios 6: 14
CONSTANTEMENTE RECIBO CARTAS y converso con que dicen: «Pastor, estoy cansado de luchar. Creo que nunca lograré llegar». Son personas sinceras que un día aceptaron el cristianismo, pero que nunca sintieron la alegría de una vida victoriosa. «Cuanto más lucho —dicen—, parece que más defectos aparecen en mi vida». ¿Qué hacer para resolver esta situación? Es preciso entender un principio simple de la vida cristiana: Al lado de la justicia no hay lugar para actos pecaminosos. Nuestro gran problema está en que queremos vencer los defectos de carácter o los actos pecaminosos por nosotros mismos, separados de Jesús.
Si tuvieras un naranjo y no desearas naranjas, ¿qué harías? ¿Montarías guardia día y noche, con un cuchillo en la mano, para cortar todas las naranjas que aparezcan, o cortarías el naranjo?
El problema del ser humano no consiste en robar, mentir o matar, sino en estar separado de Jesús. El hombre no es un pecador porque mata, sino que mata porque es pecador. Nuestra gran preocupación debería ser arrancar el naranjo, porque desapareciendo el naranjo no habrá más naranjas.
El apóstol Pablo es claro al establecer el principio de que al lado de la justicia no hay lugar para la injusticia. Hay personas que se pasan toda la vida tratando de vencer los defectos de carácter por sí solas, mientras Jesús está esperando con los brazos abiertos a que corran a él y vivan una vida permanente de comunión y victoria. Cuando vinimos a este mundo, vinimos con una naturaleza pecaminosa, es decir, separados de Dios, y mientras llevemos esta naturaleza dentro de nosotros, siempre nos gustará vivir lejos de Jesús.
Posiblemente, al conocer el cristianismo, también hayamos conocido principios morales, pero el cristianismo, para ser autentico, tiene que ser más que una colección de principios morales. Tiene que estar basado en principios espirituales. Los principios morales actúan de afuera hacia adentro y, por lo general, afectan al aspecto exterior. Los principios espirituales, por otra parte, actúan de adentro hacia afuera. Lejos de Jesús solo podemos conseguir, en la mejor de las hipótesis, moralismo, pero el moralismo no es cristianismo. Con un poco de dominio propio y principios morales podernos pasar toda la vida sin ir a un motel, pero no podemos sacamos el motel de la cabeza. Pero si vamos a Jesús y él crea dentro de nosotros principios espirituales, los pensamientos impuros des, aparecerán y, como resultado, no iremos al motel. La diferencia es muy grande.
Necesitamos ir a Jesús cada día. Necesitamos aprender a convivir con él a través de un período diario de oración y estudio de su Palabra, y después, a lo largo del día, necesitamos mantener un cántico en el corazón y aprovechar todas las oportunidades para hablar de su amor a otras personas.