«Si es preciso, cambia de conducta. Porque, si no estás alerta, vendré a ti como un ladrón, sin que puedas saber a qué hora llegaré contra ti. Bien es verdad que ahí viven contigo unos cuantos de conducta irreprochable; un día me acompañarán vestidos de blanco, porque así lo han merecido». Apocalipsis 3:3-4, LPH
ANTE ESTAS ANIMADORAS PROMESAS, icon qué fervor no deberíamos esforzarnos por conformar un carácter que nos capacite para estar de pie ante el Hijo de Dios! Unicamente aquellos que estén vestidos con el manto de su justicia podrán portar la gloria de su presencia, cuando «se verá en el cielo la señal del Hijo del hombre, y llenos de terror todos los pueblos del mundo llorarán, y verán al Hijo del hombre que viene en las nubes del cielo con gran poder y gloria» (Mat. 24: 30, DHH). Significa mucho, significa todo, ser vencedor. Hay que resistir firmemente las asechanzas del enemigo y de todos sus malvados secuaces. Hemos de estar permanentemente en guardia..
Ni por un instante podemos perder de vista a Cristo y su poder para salvar en la hora de la prueba. Es preciso que aferremos nuestras manos de la suya, para que podamos ser sostenidos por el poder de su fortaleza.—Review and Herald, 9 de julio de 1908, adaptado. Si queremos sentamos junto a la mesa de Cristo, y participar del banquete que él ha provisto para la cena de las bodas del Cordero, necesitamos un ropaje muy especial, el «vestido de bodas» (Mat. 22: 11), que es el níveo manto de la justicia de Cristo. Todo aquel que lo lleve puesto estará autorizado para entrar en la ciudad de Dios. Si Jesús no hubiera estado verdaderamente deseoso de que tuviéramos un lugar en las mansiones que ha ido a preparar para aquellos que lo aman, no habría hecho, a un costo tan grande para sí mismo, todos esos preparativos; efectuados únicamente para que podamos ser felices y sentarnos junto a su mesa y disfrutar del hogar que fue a preparar para toda la familia de los redimidos.— The Youth’s Instructor, 11 de agosto de 1886.