«No imiten las conductas ni las costumbres de este mundo, más bien dejen que Dios los transforme en personas nuevas al cambiarles la manera de pensar» (Romanos 12:2, NTV).
La controversia está instalada, y no hay manera de escapar de ella: ¿debemos celebrar la Navidad? Por un lado, se argumenta que la Navidad tiene sus orígenes en la fiesta pagana de Saturnalia, celebrada en Roma desde la antigüedad. Por otro lado, están aquellos que afirman que esta ocasión especial, en que las personas están más sensibilizadas hacia lo religioso, puede ser utilizada como un puente para evangelizar y como ocasión especial para recordar la encarnación de Cristo.
Lo cierto es que el único tiempo sagrado para los cristianos que aparece en la Biblia es el sábado. No hay evidencias de que la iglesia primitiva haya celebrado las fiestas judías, ni el aniversario del nacimiento de Cristo, ni tampoco su muerte y resurrección. La actual Pascua que celebra el cristianismo no aparece en el Nuevo Testamento y fue una costumbre que se adoptó tiempo después. Solo el sábado es un festival bíblico para los cristianos.
Y tenemos actitudes equivocadas de ambos lados. Los que se oponen a celebrarla, utilizan la Navidad como un garrote para golpear a aquellos «infieles» cristianos que se amoldan a costumbres paganas. Los que, por otro lado, justifican la fecha como una oportunidad para recordar el nacimiento del Salvador terminan acepcando otras costumbres, como el consumismo desmedido en estas fechas.
Aprovechar la fecha para visitar a una familia que está necesitando del mensaje de salvación es una cosa; participar de la glotonería y la fiebre consumista de esa temporada es otra totalmente distinta. Como cristianos, somos llamados a generar una contracultura, que eleve el estándar moral y el espíritu de las personas. Al amoldarnos a la cultura actual, la sal del cristianismo pierde su sabor.
Sabemos que la Navidad no es bienvenida por todos. Los enfermos en los hospitales, los huérfanos en los orfanatos, los presos en las cárceles y miles de personas solas sin familia sienten soledad y nostalgia agudas. En lugar de complacer el apetito y autogratificarnos, ¿no sería mejor visitar a estas personas con algo para comer y, por sobre todas las cosas, con un mensaje de aceptación, amor y esperanza que emanen de la encarnación, la muerte y la resurrección de Cristo?
Hoy, decide marcar la diferencia en la vida de alguien, si es que en verdad quieres recordar el nacimiento de Cristo. MB