“Ninguna profecía de la Escritura es algo que uno pueda Interpretar según el propio parecer, porque los profetas nunca hablaron por Iniciativa humana; al contrario, eran hombres que hablaban de parte de Dios, dirigidos por el Espíritu” (2 Pedro 1:20, 21).
Aquella carta de amor emanaba sentimentalismo. No sé cuál de mis amigos la había encontrado por ahí, pero era definitivamente una de las cartas más ñoñas que se hayan escrito. Estábamos leyéndola juntos y, al llegar a la última página, encontramos un poema. Uno de mis amigos comenzó a leerlo en voz alta al estilo Shakespeare, intentando ponerle algo de gracia. Entonces, me dio la Impresión de que ya lo había escuchado antes. Cuando Iba por la mitad del poema, me di cuenta de que, efectivamente, lo conocía de antes, así que busqué en una enciclopedia a Emily Dickinson. Aquel aspirante a Romeo había plagiado un poema de amor. De repente, apareció la dueña de la carta, gritándonos y escupiendo veneno. “Copió el poema completo de la enciclopedia”, le dijo firmemente, Interrumpiéndola, y le entregué el libro donde se encontraba. Ella se puso colorada y salló en busca de su enamorado. A su vez, en el mundo escolar de exámenes, trabajos prácticos y monografías, si el profesor descubre que has copiado, puedes estar seguro de que no vas a salir bien librado.
Cuando leo la Palabra de Dios, me pregunto si Dios la dictó palabra por palabra a los hombres que la estaban escribiendo o si ellos añadieron algo de su parte. La respuesta, de acuerdo con Pedro, es que tiene un poco de las dos cosas. La Inspiración para escribir la Biblia no fue un dictado palabra por palabra como si el humano fuera un robot. Si hubiese sido así, entonces la participación humana habría sido innecesaria. Pedro dice que los escritores de la Biblia “fueron dirigidos por el Espíritu Santo”; es decir, les fueron dados pensamientos divinos, pero se dejó que ellos escribieran esos pensamientos de acuerdo con sus propias experiencias y palabras. Por alguna razón, Dios consideró Importante Incluir a los seres humanos en el proceso de escribir las Sagradas Escrituras. Dios se aseguró de que se comunicaran sus ideas de manera precisa, pero sin perder el toque humano.
La Biblia es una combinación de lo divino con lo humano, como lo es Jesús. Así que, cuando la leas, confía en que ha llegado a ti del modo en que Dios lo quiso.