Hemos hablado mucho este trimestre sobre la perpetuidad de la Ley Moral
de Dios y hemos subrayado vez tras vez que el mensaje de Pablo en el libro de
Romanos no enseña que la fe de alguna manera suprime los Diez Mandamientos.
Sin embargo, es fácil quedar tan atrapados en la letra de la Ley que olvidamos
el espíritu que hay detrás de ella. Y ese espíritu es el amor: el amor a Dios y amor
hacia los demás. Si bien cualquiera puede profesar amor, evidenciar ese amor en
la vida cotidiana puede ser un asunto completamente diferente. Lee Romanos 12:3 al 21. ¿De qué modo debemos manifestar amor por los demás?
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Al igual que en 1 Corintios 12 y 13, Pablo exalta el amor después de dedicarse
a los dones del Espíritu. El amor (en griego, ágape) es el camino más excelente.
“Dios es amor” (1 Juan 4:8). Por lo tanto, el amor describe el carácter de Dios.
Amar es actuar con los demás como Dios actúa, y tratarlos como Dios los trata.
Pablo aquí señala que ese amor debe expresarse de una manera práctica. Surge
un principio importante, y es la humildad personal: la disposición a “no ten[er] más
alto concepto de sí que el que debe tener” (Rom. 12:3), una disposición a darse
“preferencia y respet[arse] mutuamente” (Rom. 12:10, DHH) y la voluntad de no
creerse “los únicos que saben” (Rom. 12:16, NVI). Las palabras de Cristo acerca
de sí mismo: “Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y
humilde de corazón” (Mat. 11:29), captan la esencia de esto.
De todas las personas, los cristianos deberían ser los más humildes. A fin de
cuentas, fíjate cuán impotentes somos. Fíjate en cómo hemos caído. Mira cuánto
dependemos no solo de una justicia externa a nosotros para la salvación, sino
también de un poder que obre en nosotros para cambiarnos de una manera que
nunca podríamos lograr por nuestra cuenta. ¿De qué podemos presumir? ¿De
qué podemos jactarnos? ¿De qué podemos sentirnos orgullosos? Absolutamente
de nada. Si partimos de esta humildad personal, no solo delante de Dios sino
también ante los demás, debemos vivir como Pablo nos amonesta a hacerlo en
estos versículos.
Lee Romanos 12:18. ¿Cuán bien estás aplicando esta advertencia a tu propia vida hoy? ¿Necesitas realizar algún cambio de actitud para hacer lo que dice la Palabra aquí?