«Aunque todos los pueblos anden cada uno en el nombre de su dios, con todo, nosotros andaremos en el nombre de Jehová, nuestro Dios, eternamente y para siempre. «En aquel día —dice Jehová— recogeré a las ovejas cojas, reuniré a las descarriadas y a la que afligí. De las cojas haré un remanente, de las descarriadas, una nación robusta. Entonces reinará Jehová sobre ellos en el monte Sion, desde ahora y para siempre»» (Miqueas 4: 5-7).
Íntimamente pienso mucho en los tiempos en que estamos viviendo. Parece que cada vez todo se vuelve más y más difícil. El mundo está patas arriba, inestable y volátil.
Recuerdo cuando mi esposo, Mel, perdió el trabajo y estuvo desempleado durante dos años y medio. Era una época en que a los ingenieros les costaba mucho encontrar trabajo. Literalmente, tuvimos que empezar de nuevo, lo cual no es sencillo de hacer en la edad mediana, cuando, bajo circunstancias normales, uno comienza a «desacelerarse» para llegar a la jubilación. Él se desanimó tanto que llegó a pensar que el suicidio era la respuesta. Afortunadamente, Dios obró un milagro y el intento no tuvo éxito. No mucho después, consiguió trabajo, y siguió trabajando hasta jubilarse, unos quince años más tarde.
Hoy, mucha gente pierde el trabajo, el hogar y sus ahorros; lo que les queda es intentar sobrevivir de una semana a la otra.
Cuando Dios trató de llamar la atención de Israel, como vemos en la última parte del Antiguo Testamento, permitió hambrunas y problemas en la tierra, pero sus hijos se negaron a abandonar sus malos caminos. La adoración a los ídolos los tenía completamente absortos, y habían abandonado al poderoso Dios que creó esta tierra.
Vez tras vez, Dios permitió que fueran al cautiverio, porque no escuchaban su voz. Aunque algunas personas no abandonaron al Señor sino que permanecieron fieles, igualmente tuvieron que sufrir estas pruebas y fueron llevados al cautiverio. ¿Recuerdas a Daniel y a sus amigos; a Nehemías, Ezequiel, Ester y Mardoqueo? Ellos también sufrieron las consecuencias de las malas acciones de Israel.
Aunque ellos también sufrieron, Dios los acompañó en su cautiverio y en las pruebas. Los animó constantemente y los ayudó día a día. Por tanto, ten ánimo hoy, a pesar de las pérdidas o de las pruebas que estés sufriendo, porque Dios está con nosotras, dándonos fuerzas para continuar.
Que cada una de nosotras, hoy, se apoye confiadamente en nuestro eterno Dios, porque él nos ayuda a pasar por los tiempos difíciles.