«El que preside la comunidad está encargado de las cosas de Dios y por eso es necesario que lleve una vida irreprochable. No debe ser terco, ni de mal genio; no debe ser borracho, ni amigo de peleas, ni desear ganancias mal habidas. Al contrario, siempre debe estar dispuesto a hospedar gente en su casa, y debe ser un hombre de bien, de buen juicio, justo, santo y disciplinado» (Tito 1: 7-8).
En una visita a un centro comercial, un miembro de mi iglesia perdió el control de su perro. Sophie era un hermosa labrador negra, conocida por su buen comportamiento, pero también por su enorme energía. Le gustaba correr, saltar y ladrar; y correr, saltar y… (ya tienes una idea).
Cuando Lauren iba a cerrar la puerta del auto, Sophie decidió saltar. Salió corriendo rumbo al centro comercial, evitando milagrosamente ser atropellada por algún auto. Se las arregló para entrar por las puertas automáticas y continuó su paseo incontrolable. Naturalmente, su dueña corrió detrás de ella y la encontró en la cafetería, detrás del mostrador. « ¡Controla a ese perro! », le gritaba la gente. Pero nadie se ofreció a ayudarla. Finalmente, Sophie fue arrastrada de nuevo al auto, donde permaneció el resto del día.
Pablo le dice a Tito, que está pastoreando en la isla de Creta, que un «anciano», un «pastor» o «líder», debe ser una persona con dominio propio. ¿Por qué? Porque cuando uno no puede controlarse a sí mismo, otros se ven obligados a arreglar los desastres que él causa. La mayoría de la gente no destruye cafeterías, pero tienen emociones que no pueden controlar, o tratan de complacer a todo el mundo, o ceden a la tentación fácilmente. Los resultados pueden ser devastadores cuando es un líder de gran influencia el que no puede controlar sus emociones. Esto no quiere decir que no podamos tener días difíciles, pero debemos mantener el equilibrio, sobre todo en aquellos aspectos de la vida en que tendemos a perder el control, como gastar dinero, perder el tiempo en Internet o escuchar música en lugar de hablar con la familia.
Si nos esforzamos por mantener el equilibrio, Dios nos recompensará. Tal vez nos encontremos a nosotros mismos con mayor responsabilidad y liderazgo, sobre todo en nuestras iglesias y comunidades. Nuestro mundo necesita un liderazgo equilibrado y no hay ninguna razón por la que no podamos ser así.