LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Romanos 10; 11.
PARA MEMORIZAR: “Digo, pues: ¿Ha desechado Dios a su pueblo? En ninguna manera. Porque también yo soy israelita, de la descendencia de Abraham, de la tribu de Benjamín” (Rom. 11:1)
LA LECCIÓN DE ESTA SEMANA ABARCA Romanos 10 y 11. Si bien haremos un
énfasis especial en el capítulo 11, es importante leer ambos capítulos completos.
Estos dos capítulos han sido, y siguen siendo, el punto focal de muchos debates.
No obstante, hay algo que se evidencia claramente a través de todos ellos: el amor
de Dios por la humanidad y su gran deseo de que toda la humanidad se salve. No
existe ningún rechazo colectivo para la salvación. Romanos 10 deja muy en claro que
“no hay diferencia entre judío y griego” (Rom. 10:12): todos son pecadores y todos
necesitan la gracia de Dios ofrecida al mundo mediante Jesucristo. Esta gracia nos
llega a todos, no según la nacionalidad, el nacimiento, o las obras de la Ley, sino por
la fe en Jesús, que murió como Sustituto de los pecadores de todos los lugares y los
tiempos. Los roles pueden cambiar, pero el plan básico de salvación no cambia nunca.
Como se dijo anteriormente, es importante entender que, cuando Pablo habla
de escogidos y de llamados, el tema no es la salvación, sino la función en el plan de
Dios para alcanzar al mundo. Ningún grupo ha sido rechazado para la salvación.
Ese nunca fue el tema en cuestión, sino que, después de la Cruz y después de la
introducción del evangelio a los gentiles, el movimiento primitivo de los creyentes
(judíos y gentiles) asumió la responsabilidad de evangelizar al mundo.