«Hay alegrías que acaban en tristeza» (Proverbios 14: 13, NVI),
UN DÍA, estaba viendo con mi familia un programa de televisión muy interesante. Hablaba de personas a las que les gustan cosas muy raras. Por ejemplo, a una joven le gustaba buscar ratones para luego matarlos y guardarlos en la nevera. ¿Te lo imaginas? A otra mujer le gustaba comer plástico. Y un hombre bebía pintura como si fuera leche. No, no es broma. Increible que haya personas con hábitos tan extraños.
En el reino animal también hay especies que tienen hábitos de lo más extraños. Salió una noticia en la BBC de Londres de que la empresa japonesa de autos Mazda retiró del mercado 65,000 vehículos en Estados Unidos, México y Canadá en el año 2011. ¿por qué? Por causa de una araña a la que le gustaba tejer su red en los tubos de ventilación de esos autos. Por causa de esas telas de araña que tejieron en muchos autos de esa marca, los vehículos podían incendiarse, así que no era seguro venderlos. Mazda trató de solucionar el problema mediante la instalación de un resorte en la línea de ventilación, de forma que se dificultara la construcción de telarañas, pero no era efectivo. Posteriormente intentaron modificar el programa informático que gestiona el sistema de combustible, pero tampoco funcionó.
Hay ciertos hábitos y costumbres que no son buenos para nosotros; pueden dañar nuestra salud física, nuestra relación con Jesús e incluso nuestro futuro. Por ejemplo, si lo que nos gusta es estar todo el día jugando a la Play, nuestros estudios se verán perjudicados y, cuando seamos grandes, nos costará encontrar un trabajo bien remunerado, porque las empresas prefieren contratar a quienes tienen buena preparación académica. O si lo que nos gusta es estar todo el día comiendo, nos enfermaremos de diabetes o nos haremos obesos. Y si queremos vestir siempre ropa carísima de marca, más vale que seamos ricos, y aun así lo más probable es que nos arruinemos.
Piensa un poco en qué podría estar convirtiéndose en un mal hábito en tu vida, anótalo en un papel y pídele hoy a Jesús que te dé dominio propio para evitarlo. Solo así serás verdaderamente feliz.