“Se le dijo: El mayor servirá al menor. Como está escrito: A Jacob amé, mas a Esaú aborrecí” (Rom. 9:12, 13). _____________________________________________________________
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Como se ha dicho en la introducción de esta semana, es imposible entender
correctamente Romanos 9 hasta que reconozcamos que Pablo no habla de la
salvación individual. Aquí se refiere a las funciones especiales que Dios les estaba
invitando a algunos a cumplir. Dios quería que Jacob fuese el progenitor del pueblo
que sería su agencia especial de evangelización en el mundo. No hay ninguna
implicación en este pasaje de que Esaú no pudiese ser salvo. Dios quería que se
salvara, así como desea que todos los hombres se salven.
Lee Romanos 9:14 y 15. ¿Cómo entendemos estas palabras en el contexto de lo que hemos estado leyendo?
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Una vez más, Pablo no está hablando de la salvación individual, porque en
ese ámbito Dios les extiende su misericordia a todos, porque “quiere que todos
los hombres sean salvos” (1 Tim. 2:4). “La gracia de Dios se ha manifestado para
salvación a todos los hombres” (Tito 2:11). Pero Dios puede elegir a naciones para
desempeñar un papel y, aunque estas pueden rehusarse, no pueden impedir que
Dios las escoja. Por más que Esaú lo hubiese deseado, no podría haber llegado a
ser el progenitor del Mesías ni del pueblo escogido.
En definitiva, no fue una elección arbitraria por parte de Dios, ni un decreto
divino por el que Esaú fue excluido de la salvación. Los dones de su gracia a través
de Cristo son gratuitos para todos. Todos fuimos escogidos para ser salvos, no para
perdernos (Efe. 1:4, 5; 2 Ped. 1:10). Son nuestras propias decisiones, no las de Dios,
las que nos alejan de la promesa de vida eterna en Cristo. Jesús murió por cada
ser humano. Sin embargo, Dios ha establecido en su Palabra las condiciones por
las que cada alma será elegida para la vida eterna: la fe en Cristo, que conduce al
pecador justificado a la obediencia.
Como si no existiese nadie más que tú, fuiste elegido en Cristo antes de la fundación del mundo para ser salvo. Es tu llamado, tu decisión; Dios te da todo a través de Jesús. ¡Qué privilegio, qué esperanza! A fin de cuentas, ¿por qué todo lo demás palidece en comparación con esta gran promesa? ¿Por qué sería la mayor de todas las tragedias dejar que el pecado, que el yo y la carne te quiten todo lo que se te prometió en Jesús?