«Y entrando el ángel en donde ella estaba, dijo: Salve, muy favorecida! ¡El Señor es contigo; bendita tú entre las mujeres!» (Lucas 1:28).
Para la Iglesia Católica, este es un día especial: el 8 de diciembre se recuerda la inmaculada concepción de la virgen María. Esta creencia sostiene que María, la madre de Jesús, no fue alcanzada por el pecado original sino que, desde el primer instante de su concepción, estuvo libre de todo pecado. Como creyentes en la Biblia, no podemos aceptar ni creer esto. La Escritura nada dice al respecto. Sin embargo, esta fecha es el germen para la reflexión del día de hoy.
Creo que María ha tenido un, por así decirlo, «triste destino». Exaltada por los católicos hasta lo sumo, es casi olvidada por los protestantes. Después de todo, ¿cuántos padres adventistas o evangélicos le ponen «María» a sus hijas? ¿Cuántos sermones escuchaste últimamente sobre María? Al parecer, ella es un personaje casi ignorado, ausente.
No pensemos que, por formar parte medular de la teología católica, María no es digna de consideración. Al contrario, su vida es tan rica y ejemplar que podemos sorprendernos.
La importancia de la vida de María se puede resumir en dos aspectos:
El papel preponderante que tuvo en el plan de salvación. Ella fue la elegida por Dios para ser madre del mayor regalo dado al mundo, mediante un nacimiento extraordinario, virginal. Cuando el ángel le anunció semejante desafío, ella respondió: «He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra» (Luc. 1:38). Jonás renegó de su misión; Zacarías no creyó. Sin embargo, María es un ejemplo de sumisión y de obediencia a la voluntad divina.
La constante presencia en la educación y en el ministerio terrenal de Jesús. Fue María quien enseñó las primeras palabras a quien pronunciaría el Sermón del Monte. El hecho de que Jesús creciera en estatura, en sabiduría y en gracia para con Dios y los hombres (Luc 2:52) se debe, en gran parte, a la influencia y la presencia de María.
Fue ella quien acompañó a Cristo en el inicio de su ministerio terrenal (Juan 2:3-5). Y en ese oscuro viernes de Pascua, junto con el apóstol Juan, ella estuvo al lado de Jesús en la crucifixión, cuando todos lo habían abandonado (Juan 19:26). Hoy puede ser un día histórico si estudias la vida de María y decides, como ella, darlo todo por la causa de Dios.
«El niño Jesús no recibió instrucción en las escuelas de las sinagogas. Su madre fue su primera maestra humana. De labios de ella y de los rollos de los profetas, aprendió las cosas celestiales» (Elena G. de White, Hijas de Dios, p. 56). PA