«Sujetó al dragón, a aquella serpiente antigua que es el diablo y Satanás, y lo encadenó por mil años». Apocalipsis 20: 2, NVI
L AUTOR DEL APOCALIPSIS predice el destierro de Satanás y el estado caótico y de desolación a que será reducida la tierra; y declara que este estado de cosas subsistirá durante mil años. Después de descritas las escenas de la segunda venida del Señor y la destrucción de los impíos, la profecía prosigue: «Vi un ángel que descendía del cielo con la llave del abismo y una gran cadena en la mano. Prendió al dragón, la serpiente antigua, que es el Diablo y Satanás, y lo ató por mil años. Lo arrojó al abismo, lo encerró y puso un sello sobre él, para que no engañara más a las naciones hasta que fueran cumplidos mil años. Después de esto debe ser desatado por un poco de tiempo» (Apoc. 20: 1-3).
Según se desprende de otros pasajes bíblicos, la expresión «abismo» se refiere a la tierra en estado de confusión y tinieblas. [. .. ]
Es aquí donde, con sus ángeles malos, Satanás hará su morada durante mil años. Limitado a la tierra, no podrá ir a otros mundos para tentar e incomodar a los que nunca cayeron. En este sentido es cómo está atado: no queda nadie en quien pueda ejercer su poder. Le es del todo imposible seguir en la obra de engaño y ruina que durante tantos siglos fue su único deleite. ]
Durante seis mil años, la obra de rebelión de Satanás «hizo temblar la tierra» (Hab. 3: 6, NBLH). Él «convirtió el mundo en un desierto, que destruía sus ciudades y que a sus prisioneros nunca les abrió la cárcel» (Isa. 14: 17, RVA15). Durante seis mil años, su prisión [la tumba] ha recibido al pueblo de Dios, y lo habría tenido cautivo para siempre si Cristo no hubiera roto sus cadenas y libertado a los que tenía presos. [. . . I
Durante mil años, Satanás andará errante de un lado a otro en la tierra desolada, analizando los resultados de su rebelión contra la ley de Dios. Todo este tiempo padece intensamente. Desde su caída, su vida de actividad continua sofocó en él la reflexión; pero ahora, despojado de su poder, no puede menos que contemplar el papel que desempeñó desde que se rebeló por primera vez contra el gobierno del cielo, mientras que, tembloroso y aterrorizado, espera el terrible porvenir en que habrá de expiar todo el mal que ha hecho y ser castigado por los pecados que ha hecho cometer.— El conflicto siglos, cap, 42, pp. 640-641