«Sin embargo, la sabiduría que proviene del cielo es, ante todo, pura y también ama la paz; siempre es amable y dispuesta a ceder ante los demás. Está llena de compasión y del fruto de buenas acciones» (Santiago 3:17, NTV).
Luego de mucho tiempo de deliberaciones y presiones gubernamentales, el 18 de diciembre de 1996, los principales ejecutivos del área de la televisión estadounidense acordaron adoptar un sistema de categorización de los programas, desde el famoso «Apto para todo público» hasta «Apto para mayores de… [7, 8 y hasta 18 años)».
Un mes después, las organizaciones de protección al consumidor declaraban que el sistema no servía de mucho, ya que no daba pistas sobre el contenido de los programas. Tiempo después, además de la edad sugerente, también se incluyeron advertencias acerca del contenido, cómo «Escenas sexuales», «Escenas de violencia», «Lenguaje obsceno o vulgar», etc.
El objetivo siempre fue que los padres pudieran controlar lo que sus hijos mirarían en la televisión. Esta censura paterna, sin embargo, está signada también por la cultura en la que los padres están inmersos. Por ejemplo, durante mucho tiemPO, la cultura estadounidense rechazó las escenas con contenido sexual, pero toleró tremendamente la violencia.
A su vez, los proveedores de contenidos aprendieron a leer «la letra chica» de este sistema y a jugar al máximo con el límite de lo que se puede mostrar o no, para ampliar el público destinatario. Muy pocos productores de televisión ejercen una autocensura. Está claro que lo que vende es la violencia, el sexo y la vulgaridad; el que no apuesta por este tipo de contenidos corre con desventajas.
Un cristiano podría pensar que, el guiarse por esta clasificación de contenidos, se asegura la calidad de lo que ve. No obstante, este sistema no advierte acerca de la mentira, el engaño, la mediocridad, la avaricia, el culto al dinero, la envidia y el avasallamiento del prójimo. Todas esas actitudes se consideran «normales», y aptas incluso para los infantes. No es de extrañarse, entonces, que niños y adolescentes, que carecen de ciertos filtros morales y psíquicos, adopten y copien un estilo de vida así.
La Biblia, por otro lado, propone otro tipo de filtro: no ya centrándose en lo negativo, sino en todo aquello que pueda edificar. El apóstol Pablo nos invita a pensar solo en lo que procede de la verdad, en lo honesto, en aquello que nos trae pureza y es digno de admiración (Filipenses 4:8). No nos equivocaremos si seguimos el sistema paulino de clasificación para lo que miramos, escuchamos o leemos. Decide hoy seguir este consejo: ¡los resultados serán eternos! MB