Honren a Cristo como Señor en sus corazones. Estén siempre preparados a responder a todo lo que el les pida, razón de la esperanza que ustedes tienen, pero háganlo con humildad y respeto. Pórtense de tal modo que tengan tranquila su conciencia , para que los que hablan mal de su buena conducta como creyentes en Cristo, se avergüencen de sus propias palabras». (1 Pedro 3:15:16).
Ochenta pares de ojos observaban mi lenta marcha por un salón repleto de alumnos de secundaria que acababan de pasar media hora escuchando una presentación sobre las creencias de los adventistas, como parte de su clase de religiones del mundo. Mi parte era concluir la presentación con una serie de preguntas y respuestas. La parte de las creencias era lo que me ponía nervioso. Una de mis amigas, en un momento de espontaneidad, se levantó y dijo las cosas que a los adventistas no se nos permite hacer, como comer carne de cerdo, beber alcohol, usar joyas, no ir a la iglesia los sábados o bailar. Fue después de que ella terminó que yo comencé mi lenta marcha. Había silencio. Quietud. Pero pronto una joven se puso en pie en la parte de atrás.
«Yo soy bailarina —dijo con temblor en la voz—. Bailo porque así es como me expreso. No bailo por razones sexuales. No voy a discotecas. Bailo porque siento como si no hubiera ninguna otra manera de expresarme. ¿Me estás diciendo que voy a ir al infierno porque bailo?». No supe qué decir y todo el mundo se retiró en ese momento. Ese día habíamos dejado la impresión en nuestros compañeros de que lo que creíamos eran un montón de prohibiciones.
A veces, somos llamados a dar cuenta de lo que creemos. Tal vez no de una forma tan embarazosa como esa que me ocurrió; pero algún día te tocará, sino es que te ha tocado ya. Pedro dice que tenemos que estar listos para hablar de la esperanza que hay en nosotros. La esperanza es positiva, no negativa. Debemos centrarnos en las cosas buenas, no en las que no podemos hacer. ¿Quién quiere unirse a un grupo que vive con una larga lista de prohibiciones? ¿Por qué no hablar mejor de un día de descanso a la semana que nos hace vivir once años más que el resto del mundo? Tanto en nuestras palabras como en nuestros actos debemos reflejar lo que creemos, y es nuestra relación con Jesús la que nos da esa capacidad. ¿Estás listo para compartir nuestra esperanza?