«Examinen siempre qué es lo que agrada al Señor» (Efesios 5: 10).
MARGARITA ERA una monja muy especial. Era mi maestra de Geografia, pero era una religiosa fuera de lo común: usaba silbato en los partidos, aplaudía con entusiasmo para animar a las muchachas; jugaba al baloncesto llevando su hábito de monja; ¡incluso patinaba! En los descansos, cuidaba las filas del comedor para que nadie se colara y cuando la fila no avanzaba, ella se ponía detrás de la barra para ayudar. Se subía a los árboles para comer mangos y ciruelas, y nos daba a las muchachas que pasábamos por allí. Cuando iba a iniciar su clase, nunca estaba; siempre llegaba tarde. Y llegaba con una escoba en la mano, cantando cantos sobre Jesús. Dibujaba el mapa del mundo y nos decía: «Nosotros estamos aquí», y señalaba a Colombia. «Si queremos ir a los Estados Unidos —añadía— hay que ir hacia arriba, eso quiere decir que ese país está al norte. Si vamos a dirigirnos a Argentina, tenemos que bajar bien abajo, antes de llegar al mar; eso quiere decir que ese país está al sur. Si queremos ir a Egipto, pues hay que saltar el charco —decía muy animada—, porque está en otro continente…». ¡Qué manera de enseñar tan divertida, tan sencilla y fácil de entender! La adorábamos.
En las representaciones teatrales, Margarita nos ayudaba, recordándonos el texto si lo olvidábamos. También, en el camerino, nos ayudaba a vestirnos con los trajes de la obra, y a ella le encantaba probarse pelucas y pintarse la carita como si fuera un mimo. Siempre me gustó su forma de ser, tan espontánea, tan positiva, tan dinámica, tan cariñosa, tan especial. . . ¡tan cristiana! Pero lo que más me impactaba era que cuando una chica se raspaba las rodillas, Margarita salía corriendo a curarla; cuando una niña tenía problemas, se los contaba a Margarita y ella oraba a Jesús.
De una persona como Margarita se aprenden muchas cosas. Una, que la alegría de vivir se contagia, y es importante que contagiemos alegría por todas partes. Otra, que ser cristiano no tiene por qué ser aburrido. Un amigo de Jesús no debe ir por ahí poniendo caras largas, siempre serio e incapaz de divertirse con los demás. Ser amigo de Jesús es algo alegre, bueno, positivo, y eso es lo que debe transmitir todo cristiano en sus gestos y sus palabras.