«Dios, en su bondad y gratuitamente, los hace justos, mediante la liberación que realizó Cristo Jesús» (Romanos 3: 24).
No nos dimo cuenta que un perro avanzaba en nuestra dirección hasta que ya era demasiado tarde. Desde mi cómodo sillín en la parte trasera de la bicicleta, lo único que mis ojos de tres años podían ver era la espalda de mi padre moviéndose mientras pedaleaba a toda velocidad, y el pelaje blanco de nuestro perro Jakes Siempre, durante nuestro paseo en bicicleta, mi padre ataba la correa de Jake al manillar y pedaleaba hasta que llegábamos a la cima de la colina. El pobre Jake siempre nos cuidaba. Cuando aquel perro agresivo salió de la nada, Jake comenzó a ladrar para protegernos y se olvidó de un pequeño detalle: estaba atado al manillar de la bici. Mi padre y yo salimos despedidos, volando hacia el asfalto. Como era pequeña, solo recuerdo que veía a cámara lenta el piso cada vez más cerca, Esperando darme un golpe terrible contra el asfalto, me sorprendí al caer sobre el cuerpo de mi padre. Cuando nos desenredamos del lío de la bicicleta, la cadena, los perros, mi padre estaba todo rasguñado, sangrando y cojeando. Yo no entendí bien lo que había pasado hasta que le oí contarle a mi madre que él mismo se había tirado al suelo para que yo no me diera un duro golpe.
Las siguientes semanas, aquellos rasguños de mi padre me recordaron lo mucho que me amaba; tanto, que se había hecho daño para salvarme. A medida que me he ido haciendo mayor esta experiencia se ha convertido en una metáfora de Jesús para mí. Aunque Jesús pudo haberse salvado, decidió venir a este mundo de pecado para salvarnos a nosotros, que no teníamos otra escapatoria. El libro de Romanos explica por qué no podemos salvarnos sin él. La ley nos tiene atados como el sillín a una o nos dimos cuenta de que demasiado tarde. Desde mi bicicleta. Somos culpables de pecado, incapaces de hacer nada por salvarnos puesto que no podemos guardar la ley, Pero Dios sí puede y lo hizo, gratuitamente, mediante Jesús. El hecho de que sea gratuitamente es lo más importante: no tenemos que comprar la salvación, no la Merecemos, es un regalo que sería una locura rechazar. Tal vez la palabra «gratuitamente» pueda parecerte demasiado simple, pero no fue simple lo que hizo Jesús. Acuérdate de la sangre, de las cicatrices, que muestran que nos amó más allá de su propia vida.