«Porque se levantarán falsos cristos y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si es posible, aun a los escogidos».Mateo 24.’ 24
PRONTO APARECERÁN en el cielo señales pavorosas de carácter sobrenatural, en prueba del poder milagroso de los demonios. Los espíritus de los demonios irán en busca de los reyes de la tierra y por todo el mundo para aprisionar a los seres humanos con engaños e inducirlos a que se unan a Satanás en su lucha final contra el gobierno de Dios. Mediante estos agentes, tanto los príncipes como los súbditos serán engañados. Surgirán entes que se autoproclamarán como Cristo y reclamarán los títulos y el culto que pertenecen al Redentor del mundo. Realizarán curaciones milagrosas y asegurarán haber recibido del cielo revelaciones contrarias al testimonio de las Sagradas Escrituras.
El acto capital que coronará el gran drama del engaño será que el mismo Satanás se hará pasar por Cristo. Hace mucho que la iglesia profesa esperar el advenimiento del Salvador como consumación de sus esperanzas. Pues bien, el gran engañador simulará que Cristo habrá venido. En varias partes de la tierra, Satanás se manifestará a los hombres como un ser majestuoso, de un brillo deslumbrador, parecido a la descripción que Juan da del Hijo de Dios en el Apocalipsis (Apoc. l: 13-15). La gloria que le rodee superará cuanto hayan visto los ojos de los mortales. El grito de triunfo repercutirá por los aires: «¡Cristo ha venido! ¡Cristo ha venido!». El pueblo se postrará en adoración ante él, mientras levanta sus manos y pronuncia una bendición sobre ellos así como Cristo bendecía a sus discípulos cuando estaba en la tierra. Su voz es suave y acompasada aunque llena de melodía. En tono amable y compasivo, enuncia algunas de las verdades celestiales y llenas de gracia que pronunciaba el Salvador; cura las dolencias del pueblo, y luego, en su falsificado carácter de Cristo, asegura haber mudado el día de reposo del sábado al domingo y manda a todos a que santifiquen el día bendecido por él. Declara que aquellos que persisten en santificar el séptimo día blasfeman su nombre Porque se niegan a oír a sus ángeles, que les fueron enviados con la luz de la verdad. Es el engaño más poderoso y resulta casi irresistible. Como los samaritanos fueron engañados por Simón el Mago, así también las multitudes, desde los más pequeños hasta los mayores, creen en ese engaño y dicen: «Este es el gran poder de Dios» (Hech. 8 : 10).— El conflicto de los siglos, cap. 40, pp. 608-609.