«Si alguno adora a la bestia y a su imagen y recibe la marca en su frente o en su mano, él también beberá del vino de la ira de Dios». Apocalipsis 14: 9-10
¿CÓMO CONSIDERA el mundo la ley de Dios? Por todas partes la gente se rebela contra los preceptos divinos. En su deseo de evadir la cruz que acompaña a la obediencia, aun las iglesias están poniéndose de parte del gran apóstata al sostener que la ley de Dios ha sido cambiada o invalidada. La gente, en su ceguera, se jacta de haber realizado progresos admirables y adquirida iluminación espiritual; pero los vigilantes celestiales ven que la tierra está toda llena de corrupción y violencia. A causa del pecado, la atmósfera de nuestro mundo ha llegado a ser semejante a la de un centro de cuarentena.
Se debe realizar una obra de gran importancia en la proclamación de las verdades del evangelio, ya que es el medio ordenado por Dios para detener la oleada de corrupción moral. Es el medio que él emplea para restaurar su imagen en los seres humanos. Es su remedio para la desorganización universal. Es el poder que une a la gente. La proclamación de estas verdades es el propósito del mensaje del tercer ángel. El Señor desea que la divulgación de este mensaje sea la obra más destacada y grandiosa que se lleve hoy a cabo.
Satanás insta constantemente a los seres humanos a aceptar sus normas. Así procura contrarrestar la obra de Dios. Trata continuamente de presentar al pueblo escogido de Dios como un pueblo que ha sido engañado. Es el acusador de los hermanos, y emplea en forma persistente su poder contra los que obran justicia. El Señor desea contestar por medio de su pueblo las acusaciones de Satanás, mostrando a través del mismo el resultado de la obediencia a los principios correctos.
Toda la luz dada en tiempos pasados, y toda la que resplandece actualmente y se extiende hasta el futuro, según se revela en la Palabra de Dios; es para todo aquel que desee recibirla. La gloria de esa luz, que es la misma gloria del carácter de Cristo, debe manifestarse en el cristiano de manera individual, en la familia, en la iglesia, en el ministerio de la Palabra y en toda institución establecida por el pueblo de Dios. Él desea que todas estas cosas sean símbolos de lo que se puede hacer a favor del mundo. Deben ser ejemplos del poder salvador de las verdades del evangelio. Son instrumentos en el cumplimiento del gran propósito de Dios para la humanidad. — Testimonios para la iglesia, t. 6, sec. 1, pp. 19-20.