«Nosotros anunciamos a Cristo, aconsejando y enseñando a todos en toda sabiduría, para presentarlos perfectos en Cristo» (Colosenses 1: 28).
Si alguna vez tienes la oportunidad de observar a niños pequeños jugar al T-ball, por favor hazlo. Especialmente si tienes un mal día o necesitas echarte unas carcajadas. Este deporte está diseñado para enseñar los rudimentos del béisbol a los más pequeños, que todavía no controlan bien sus extremidades. El resultado es un caos espectacular.
Primero, para su protección, los niños tienen que llevar un casco que pesa casi tanto como ellos. Esto quiere decir que, cuando empiezan a corrert el casco hace que sus cabecitas se vayan hacia adelante y ellos, a trompicones, van aterrizando por el suelo hasta la primera base (o hasta el público, depende de cuánto sentido de la orientación tengan). Si llegan a hacer contacto con la pelota, estos niños no tienen idea de adónde deben irt así que van hasta la tercera base, después hacia la primera, luego hacia el plato y finalmente a la segunda base para anotar. Van corriendo por el campo sin sentido, a veces incluso abandonan el campo para beber, para ir al baño o para sonarse la nariz. No sé cómo los entrenadores se las apañan para no partirse de la risa. Algunos niños incluso lanzan la pelota hacia las gradas, o la llevan en la mano mientras corren por las bases, o simplemente lloran porque están cansados, Sus padres tampoco ayudan mucho. Empiezan a darles instrucciones que los niños no pueden entender porque todos gritan al mismo tiempo. Algunos niños van hacia las gradas cuando el partido aún no ha terminado, simplemente para preguntarle a alguien qué deben hacer a continuación, lo cual ya es demasiado tarde. DeAjerdad que es una experiencia increíble verlos. La idea es que ese deporte les ayude para que algún día sepan jugar al béisbol.
Muchos cristianos están estancados jugando al T-ball en lo que a su vida espiritual se refiere, porque no se toman tiempo para crecer en la fe. Pablo expresa su deseo de que cada uno de nosotros desarrollemos una fe madura; esto quiere decir que tendremos que pasar Por periodos de confusión, que cometeremos errores y a veces no sabremos qué hacert pero todo tiene como objetivo ayudarnos a crecer espiritualmente. El cristianismo es un proceso, La diferencia entre los que maduran y los que no, está en su deseo de esforzarse en escuchar y aprender,