«Examínense ustedes mismos, para ver si están firmes en la fe» (2 Corintios 13: 5).
GALILEO, de rodillas y vestido con la túnica de los acusados, se vio obligado, para salvar su vida, a negar aquello de lo que estaba convencido:
Yo, Galileo Galilei, me retracto de mi teoría de que no todos los cuerpos celestes giran alrededor de la Tierra. Me retracto de mi creencia en que la Tierra gira alrededor del Sol, como señaló Copérnico y yo he podido comprobar en mis investigaciones. Afirmo, como ustedes me exigen, que la Tierra es inmóvil y que es el centro del universo.
Como ves, Galileo, que había sido siempre tan valiente, perdió el valor cuando se enfrentó a un juicio y a la posibilidad de ser condenado. Gracias a que se retractó, es decir, a que se desdijo de todo lo que había dicho antes, Galileo se libró de morir en la hoguera, pero aun así, fue condenado a cadena perpetua. Un año después de aquella sentencia, se le permitió a Galileo vivir en su casa, vigilado todo el tiempo, hasta su muerte. Hubo, en los tiempos de Galileo, gente que nunca lo perdonó por haber sido tan cobarde y haberse retractado. ¿Qué crees que habrías hecho tú si hubieras estado en su lugar?
En la Biblia aparece un personaje que estaba convencido de sus creencias, pero que se dejó presionar por el pueblo de Israel. Aarón, que además era sacerdote, no se atrevió a hacer frente a los israelitas cuando le pidieron que hiciera un becerro de oro mientras Moisés estaba en la montaña. Querían el becerro para adorar ídolos. Aarón, en lugar de mantenerse firme de parte de la verdad, cedió. «Está bien —dijo—, quítense sus joyas de oro, y me las traen». Aarón fundió aquellas joyas e hizo un becerro de oro. Y el pueblo adoró aquella estatua como si fuera Dios. Lo que hizo Aarón da mucha rabia, porque no se identificó como verdadero hijo de Dios, sino que se dejó llevar por la presión.
No es fácil mantenerse firme, pero si lo hacemos, seguramente quienes nos presionan se aburrirán de insistir, Jesús se siente feliz cuando te identificas como cristiano. No hay que darle gusto a la gente que nos quiere hacer pensar como piensan ellos; hay que complacer a Jesús.