“El Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad. Porque no sabemos orar como es debido, pero el Espíritu mismo ruega a Dios por nosotros” (Romanos 8:26).
Cuando un amigo lo está pasando mal porque quiere hablar con una muchacha que le gusta y no se atreve, a uno le dan ganas de interceder por él. Por esa razón, yo intenté pensar en diferentes modos en los que mi amigo Ryan pudiera iniciar una conversación con Melanle, pero cada vez que yo le daba una Ingeniosa idea, él se acobardaba. Finalmente, me cansé de su actitud y le dije que tenía que hacer algo. Lo amenacé con llamar a Melanle yo mismo para decirle que lo llamara. Él casi se muere de la risa; me dijo: “Nunca te atreverías a hacer semejante cosa” . Ya sabes que decirle eso a un adolescente es como prender un fósforo. A los diez minutos, había conseguido el número de teléfono de la muchacha y estaba llamando. Ella contestó en seguida y yo le dije: “Mi amigo Ryan lleva tiempo queriendo llamarte, ¿porqué no lo llamas tú? Él está en casa ahora mismo”. Medio las gracias y colgó el teléfono. Al día siguiente, en la escuela, mi amigo se dirigió hacia mí tan veloz como un rayo: “Melanie me llamó ayer y me dijo que tú la habías llamado para decirle que me llamara. Qué vergüenza… Yo no tenía nada que decirle; además, justo en ese momento me estaba comiendo un helado, que se me derritió en la mano mientras decía tonterías”.
A veces, así es como yo me siento con respecto a la oración. Me tomo la molestia de madrugar, para terminar orando prácticamente lo mismo que digo antes de cada comida.
Así que, cuando la Biblia dice que nuestra debilidad es que no sabemos cómo orar, lo dice en serio. Menos mal que “el Espíritu Santo nos ayuda en nuestra debilidad, porque no sabemos orar como es debido”. Dios interviene para que oremos como debemos hacerlo. La palabra griega para “ayuda” en este versículo significa que intercede por nosotros. Esto nos muestra que, aunque nosotros no sepamos cómo decir algo, Dios interpreta nuestras palabras.
Se alegra tanto de oír nuestra voz que nos ayuda en el proceso de comunicación.
Si alguna vez te parece que no sabes qué decirle a Dios o cómo pedirle algo, lo mejor que puedes hacer es simplemente decirle lo que hay en tu corazón. La Biblia te garantiza que Dios sabrá interpretar tus palabras. Dale una oportunidad a la oración.