“Los ojos del Señor están sobre los justos” (1 Ped. 3:12, NVI).
¿Alguna vez has observado un objeto pequeño por medio de un microscopio?
¿A que es increíble lo grande que se ve? Y no solo eso, sino además se le ven claramente detalles que, en realidad, son tan pequeños que no podemos observarlos a simple vista. Eso es precisamente lo que significa la palabra “microscopio”, que viene de las palabras griegas micros, que significa “pequeño”, y scopeo, “mirar”. Con este instrumento, podemos ver cosas tan pequeñas que nuestros ojos solos, sin su ayuda, jamás podrían ver. Gracias a Zacharias Janssen, que en 1590 inventó el microscopio, hoy todas las ramas de la ciencia se benefician de este maravilloso aparato.
Cuando colocamos algo, como una muestra de sangre o unas gotas de agua, bajo el microscopio, no hay manera de que se libre de nuestro escrutinio. Todo queda descubierto ante nuestra vista, porque este aparatito lo revela todo. Cuando la imagen llega a tu ojo, tiene un tamaño cuatro veces más grande.
¿Sabes? Con Jesús sucede algo parecido. A veces, nosotros pensamos que lo que hacemos o lo que decimos pasa desapercibido para Jesús, porque, al fin y al cabo, somos seres pequeños, que estamos aquí abajo, en la Tierra, tan lejos del cielo. Y además somos millones y millones… Nos hacemos la idea de que Jesús no se da cuenta de muchas cosas. Sin embargo, no es así. Porque Jesús nos mira no con ojos normales, como los tuyos o los míos, sino como si tuviera un microscopio. Un microscopio divino.
Para la mirada de nuestro buen Dios, nada pasa desapercibido. Por eso la Biblia afirma cosas como en Mateo 10:30: “Él les tiene contados a ustedes [a ti y a mí] aun los cabellos de la cabeza”. ¿Cómo es posible que sepa cuántos cabellos tenemos? Porque es como si nos mirara a través de un microscopio, no porque seamos bacterias, sino porque nos ama y cuida, y desea estar pendiente de todo lo que hacemos.
Jesús te conoce de maravilla. Lo sabe todo de ti. Nada de tu vida escapa a sus ojos de amor. Por eso hoy, en todo lo que hagas y digas, recuerda que Jesús te observa desde arriba, y quiere hacer de ti una persona cada vez mejor. Para que aquellos que te miren, vean en ti su amor.