«Por tanto, amados míos, ya que siempre han obedecido, no solo en mi presencta, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocúpense en su salvación con temor y temblor, porque Dios es el que produce en ustedes lo mismo el querer como el hacer, por su buena voluntad».Filipenses 2: 12-13, RV
NUESTRA RELACION con Dios es la misma que la de los niños con sus mayores. El Dios de los cielos observa a su pueblo, su iglesia, lo mismo que los padres y las madres amantes vigilan a sus hijos. Y somos tan desatinados como lo son los niños pequeños; pues qué dispuestos estamos a pensar en que lo sabemos todo, cuando en realidad no hemos comenzado a conocer lo que el Señor espera enseñarnos cuando demostramos buena voluntad para seguir sus huellas.
¿No descenderemos de nuestra posición de justificación propia, y nos haremos cargo de la obra de Dios con la humildad de un niño? ¿No vamos acaso a mostrarnos deseosos de que él nos enseñe y nos guíe?Acabamos de empezar a andar con pasos vacilantes, de modo que tendemos a tropezar y podemos caer en cualquier momento. Del más fuerte al más vacilante, cada uno de nosotros tiene debilidades espirituales y dificultades semejantes a las debilidades y las dificultades de los niños desvalidos. Y como esos niños inexpertos no pueden depender cl uno del otro, sino de sus mayores, del mismo modo nosotros hemos de aprender a no fijar nuestras impotentes vidas en ningún ser humano, sino a unirnos al que es poderoso para salvar.
Los planes humanos carecen de valor. Necesitamos depender individualmente de Dios para nuestra fortaleza y dirección, I Estaremos a salvo Illicntras actuemos de acuerdo con los planes divinos, aferrándo dc la mano del Toclopocleroso; pero tan pronto como perdatnos el apoyo de su brazo Y comencemos a clepcncler de los seres humanos, nos hallaretuos en gran peligro.— Manuscrito