«Sigan practicando lo que les enseñé y las instrucciones que les di, lo que me oyeron decir y lo que me vieron hacer» (Filipenses 4: 9).
EL MAR ES MARAVILLOSO; las criaturas que lo habitan son fascinantes. Uno de los objetos más interesantes que se pueden encontrar en el mar es el caracol. Alguna vez has acercado a tu oído un caracol. Si no lo has hecho, espero que alguna vez puedas tener esa experiencia. Si lo has hecho, entonces sabrás de qué estoy hablando. Cuando uno acerca un caracol al oído, parece como si escuchara el sonido de las olas del mar. Pero en verdad no es así, es solo una impresión. Lo que ocurre es que los caracoles tienen la característica de que recogen y refuerzan ciertos sonidos. Por su forma enrollada en espiral, por la abertura que tienen, y por la caja de resonancia que hay en su interior, amplifican el sonido. En realidad, estás oyendo el sonido del viento chocando contra la concha, pero suena como las olas del mar.
También la caja de un violín o la de una guitarra tienen esa característica. Si esos instrumentos no tuvieran caja de resonancia, sino que fueran solo las cuerdas y el mástil, solo obtendrías notas débiles, apagadas, sin eco. Es la caja de resonancia la que amplifica el sonido y hace que se oiga bonito, fuerte y claro.
Dime, ¿cómo anda tu caja de resonancia? ¿Te haces eco de las cosas que lees, aprendes y descubres sobre Jesús? Fíjate que tú eres el «caracol» de Jesús. Tú eres su «caja de resonancia». Tú eres el instrumento en sus manos para hacer llegar el mensaje de salvación a los demás.
Cada vez que practicas las instrucciones que has aprendido de Jesús en su Palabra; cada vez que haces lo que has visto que Jesús hizo cuando estuvo vivo; entonces te conviertes en algo así como un caracol, una caja de resonancia, un instrumento en sus manos para que los demás disfruten de la armonía que manifiesta un carácter cristiano. Sin predicar un solo sermón, tu ejemplo será el sermón más poderoso. Resonará con poder y hará que tus amiguitos quieran conocer más y mejor a Jesús.